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Terroristas modernos

Cristina Morales

Candaya

9,4

398 págs.

20 €.

Santiago García Tirado 

Foto AzulClaritoCasiBlanco 

 

El último derroche de talento narrativo, mala leche, exquisitez, riesgo e inteligencia hecha verbo se llama “Terroristas modernos” y es obra de Cristina Morales. Granadina, 32 años (y aún no sé si los habrá cumplido). Por sus obras la hemos conocido, y queremos conocer más. “Terroristas modernos” (Candaya) aparece con portada de cocina americana de los 50, pero habla de conspiraciones y agendas y uniformes contra el Borbón Fernando que, a su regreso del exilio tras la guerra de Independencia, optó por la enormidad de vacunar este país contra cualquier resto de democracia, o la pura sospecha de su posibilidad. El “terrorismo” como concepto –se apresura a puntualizar el editor en contraportada– tiene su origen en el estado liberal francés surgido tras la Revolución. Y es muy pertinente que lo haga saber, ahora que lo de “terrorista moderno” se le aplica a cualquiera con turbante, o camisa floreada, o tuitero con gracia. De Fernando VII, el clan Borbón, los curas facciosos, banqueros y terrateniente del XIX hasta el S. XXI tal como nos ha quedado apenas parece haber un saltito. Después de eso todo parece seguir entero y en el mismo estado, democracia-para-nada incluida, Borbones, demás guindillas. Así entenderán la modernidad de esta novela que, felizmente, sabe desatarse las camisas que limitan otras muchas novelas de las llamadas “históricas”. Esta novela es otra cosa.

 

 

El alarde verbal que es “Terroristas modernos” va a dejar sin asideros a esos lectores anémicos que parecen ser los que dictan la partitura en los tiempos que corren, pero sospecho que no menos a esos otros que aspiran a ejercer de tutores de la (nueva) gran literatura. A los primeros, por motivos evidentes; a los segundos, porque Cristina Morales evita cumplir ni uno solo de los requisitos del evangelio de la postmodernidad. Para empezar, se decide por una expresión que se gusta en la desmesura; a la mierda el lenguaje económico, la razón internacionalista, lo funcional y/o minimal. Como personajes, se decide en exclusiva por tipos españoles, excepción hecha de algún francés: todos españoles, muy españoles y mucho españoles. Hombres, mujeres, tipos andariegos, castizos de la calle, nacidos y volcados en ser, naturalmente lo único que pueden ser quienes han nacido aquí y apenas cifran su cosmopolitismo en haber oído hablar de exiliados españoles en París o Londres. Todos amenazados. El repertorio es valleinclanesco: Catalina Castillejos, una mujer que se sacude los prejuicios, audaz, libre. Vicente Plaza, Diego Lasso, militares degradados por el Borbón, después de haber puesto en juego la vida por echar al francés. Petra Montes. Domingo Torres. Richart. Yandiola. Esbri. Mitad reales, mitad ficticios –y ni aun así menos vivos–. Si algo es, por encima de todo “Terroristas modernos”, es un inventario de tipos, soberbio, sugerente, fértil. Ah, quedaban los diálogos, pero tampoco allí es posible rastrear nada digno de etiquetarse como post, ni en el desarrollo, ni en el resto de la economía narrativa. Sin embargo, oh, sorpresa, cuanto va desvelando la novela página a página resulta nuevo, inesperado, futuro.

 

La culminación de la novela –el desenlace fallido de la conspiración– provoca el efecto de un bajonazo similar al del día después del colocón, pero es un efecto necesario. Duro, por supuesto. Desolador. Curiosamente, el período narrativo donde menos esfuerzo lingüístico invierte la novela, y donde resulta un texto de eficiencia máxima. Sabíamos que el fracaso de la conspiración era inevitable -hablamos de historia, hablamos de Borbones- pero no por ello se diluye su efecto. Las escenas dispersas, contradictorias, alocadas que Cristina Morales despliega sin comentarios logran, a fuerza de perplejidad, inducir en el lector la melancolía que le corresponde a todo sueño de belleza y/o libertad que haya tenido intención de realizarse en este país. Lo que hemos encontrado en el libro son sentimientos universales, patrones universales, tipos universales. Pero que siempre acaban sublimándose –y muriendo– en España es algo de lo que nadie duda. Ésa es la foto fija que astutamente deja en el imaginario la novela: la de la pura, la de la inevitable, desolación.

 

“Terroristas modernos”, de Cristina Morales, ha sido publicada gracias a la Beca Han Nefkens para la creación literaria.

Santiago García Tirado

Soñó con llevar subliminalmente en su DNI una cifra capaz de avivar el deseo, pero llegó al mundo en 1967, con dos años de antelación para la fecha correcta; desde entonces no ha hecho más que constatar que siempre estuvo (contra su voluntad) en el tiempo equivocado para ser cool. Con empeño, y en contra de la opinión de las hordas hipsters internacionales, ha llegado sin embargo a crear la web PeriodicoIrreverentes.org, y colaborar en Micro-Revista, Sigueleyendo, Quimera y Todos somos sospechosos, de Radio 3. Sus últimas obras de ficción son Todas las tardes café” (2009, relatos) y La balada de Eleanora Aguirre” (2012, novela). En 2014 verá la luz su novela “Constantes Cósmicas del Caos”, con la que espera coronar su abnegada labor en beneficio de la entropía universal.