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Los agujeros de las termitas

Jesús Gordillo

Hermenaute

6,8

305 págs.

17,90 €.

Santiago García Tirado

 

 

Se trata de la segunda novela de Jesús Gordillo (Badajoz, 1978) y también la segunda obra editada por Hermenaute, dos detalles que deben ponernos en perspectiva a la hora de analizar “Los agujeros de las termitas”. Es evidente que antes de dar a la luz este volumen se ha derrochado muchísimo trabajo y no menos ilusión, y esa bizarría siempre pone de buen humor a quienes hacemos  Blisstopic, pero ahora prometemos hablar de termitas y agujeros con toda independencia, que es lo que corresponde en esta sección. Y a ello nos ponemos.

 

Las termitas son tres, y se van dando a conocer en sendas historias independientes. Amadeo es un iluso, un tipo medio lelo que acaba de salir de la cárcel y, sin que nadie entienda de dónde le viene su optimismo ―asertividad se llama ahora―, abiertamente ha confesado estar dispuesto a forjarse un imperio. Mafioso, se entiende, con sicarios, kalashikoves y planeadoras cargadas de farlopa con la música de Pit Bull petándolo. A torpe no le gana nadie, ni a atolondrado, y sobre todas las cosas enternece que desconozca cómo se maneja el arma que comprará de ocasión en el mercado negro. Pero está convencido de ser un tipo tope duro. La segunda historia es la de Zuno, un negro que acaba de llegar en patera por Almería y que es también un cóctel de intenciones inclasificable. Se presenta como un Adán previo al sentimiento de culpa, añora continuamente a su familia y con la misma intensidad es capaz a la vez de robarle a la gente que se presta a ayudarle, o contactar con prostitutas para que éstas lo introduzcan en el oficio equivalente de gigoló. Así es Zuno, todo en una sola dosis. Sara es la tercera, la mujer que roba en las estaciones de Madrid y la que parece tener con diferencia la cabeza mejor amueblada. El cuerpo también. En las calles de Madrid se forjará el encuentro de los protagonistas, y de las tres historias la novela hará una sola, constituida por tres losers cuyo destino tendrá que ver precisamente con un agujero. Literal. En efecto, el agujero ha aparecido en la primera escena cuando, mientras en una obra pública se destripaba un jardín, una retroexcavadora ha dejado a la vista una estancia bajo tierra de lo que parece ser una catacumba, tal vez refugio de la Guerra Civil. Allí aparecerá algo que desde luego debía estar a resguardo de la luz y que poco a poco va a adquirir la dimensión de enigma. La carrera por quedarse con ese tesoro pondrá en liza a un alemán en deuda con un antepasado, un militar fascista retirado, y los integrantes de esa extraña banda protagonista. Tiros, sexo, crueldad y efectos especiales a más no poder hasta el desenlace.

 

 

La novela de Jesús Gordillo reserva cantidades considerables de humor, bestialidad e hiperrealismo a lo largo de sus 300 páginas. Para detonar esa carga cualquier situación derivará necesariamente hacia el lado menos amable, menos previsible, y por supuesto la redacción elude con elegancia cualquier sospecha de corrección política, como se espera. Si bien es cierto que el planteamiento se atiene al modelo de una novela negra, con la esperable incursión en los bajos fondos hasta llegar a las cloacas del estado, muy pronto evoluciona hacia algo original, algo muy cafre, muy de esa estética golfa que aprovecha las posibilidades que brinda la ambigüedad moral que subyace en cada nueva situación, conflicto, disyuntiva. Como contraste la obra se hilvana con un estilo que se gusta excesivo, atiborrado de comentarios y reflexiones que responden a la bulimia manifiesta del narrador y que la mayor parte de las veces podrían excusarse en beneficio del ritmo. En muchos puntos el ritmo se resiente a fuerza de entrecortar escenas comentando cada evolución, cada mirada, cada gesto, con una tendencia excesiva a la acotación que, la verdad, no era necesaria. Así ocurre de manera alarmante en ciertas escenas dialogadas, en las que se asesina a base de ruido acotador el efecto brutal que el propio intercambio de frases podría generar. Una narración trazada con astucia desprenderá por sí sola toda la mala baba y la zafiedad que quiera sin necesidad de señalar cada dos por tres el punto donde debemos mirar para convencernos de que, en efecto, cuánta mala baba y cuánta zafiedad se está acumulando.

 

De lo que no cabe duda es de que hay mucho entretenimiento y del bueno en los trabajos y penalidades de estas termitas que acaban de aparecernos en Madrid. La novela habla también de este mundo de fieras postcapitalistas que nos ha quedado tras la crisis, y de lo mucho que cuesta reiniciar un proyecto de vida cuando en el camino te las han dado de todos los colores. Y de la Guerra Civil, porque ésta es también otra jodida historia sobre la Guerra Civil en la que habrá sitio al final para el elemento fantástico y, quién sabe, tal vez para el amor. Puede que incluso todo haya sido un severo reajuste en los engranajes del universo, retorcido, doloroso, pero favorable a las termitas.

Santiago García Tirado

Soñó con llevar subliminalmente en su DNI una cifra capaz de avivar el deseo, pero llegó al mundo en 1967, con dos años de antelación para la fecha correcta; desde entonces no ha hecho más que constatar que siempre estuvo (contra su voluntad) en el tiempo equivocado para ser cool. Con empeño, y en contra de la opinión de las hordas hipsters internacionales, ha llegado sin embargo a crear la web PeriodicoIrreverentes.org, y colaborar en Micro-Revista, Sigueleyendo, Quimera y Todos somos sospechosos, de Radio 3. Sus últimas obras de ficción son Todas las tardes café” (2009, relatos) y La balada de Eleanora Aguirre” (2012, novela). En 2014 verá la luz su novela “Constantes Cósmicas del Caos”, con la que espera coronar su abnegada labor en beneficio de la entropía universal.

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