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La trabajadoraElvira NavarroLiteratura Random House 6,9160 págs. 16,90 €. |
Sorprende el arranque de este tercer libro –posible y contradictoriamente, como veremos luego, el que más se acerca a un concepto razonable de novela– firmado por Elvira Navarro. Y lo hace desde una doble esfera: por su contenido explícitamente procaz (una mujer llamada Susana busca un amante que le practique sexo oral durante su periodo y siempre en aquellas noches en las que haya una oronda luna llena en lo alto del firmamento) y por la distancia que cobra esa fabuladora primera voz respecto al realismo intimista que hasta ahora había sido norma en la onubense.
Cuarenta páginas después, no obstante, las aguas vuelven a su cauce. La protagonista de ese fragmento inicial habrá de reaparecer, sí, pero ahora como personaje secundario. Y quien se hace con las riendas de la narración es su futura compañera de piso, una correctora que, golpe a golpe, va atravesando las distintas miserias que el mundo laboral tiene a mal dispensar a sus (cada vez menos) integrantes de a pie: externalización de servicios, reducción de tarifas acompañada de un aumento del volumen de trabajo, impagos… Hasta el momento en que sus paseos nocturnos por la periferia madrileña no bastan para calmarla y la inseguridad económica la aboca a un proceso depresivo.
Su caída en desgracia, por cierto, coincide con el ascenso de la dichosa y exuberante Susana, autora de unos collages de geografía urbana con personajes en miniatura que de repente conocen un inesperado éxito. Y es en ese perverso juego de vasos comunicantes donde quizá radique la explicación a la disparidad espiritual entre ambas partes del libro (hay una tercera, pero su brevedad invita a considerarla más bien a modo de epílogo).
Si Elisa, la trabajadora, responde al personaje tipo de la autora (un yo observador y en cierto modo retraído, al que la realidad ha ido agrediendo desde lo familiar, el descubrimiento de la propia sensualidad, lo cultural y, ahora, el ámbito profesional), la fabulación bajo la que se presenta Susana, su carácter en todo momento hiperbólico, introduce un elemento de delirio en la narración. Y la absurdidad resultante no deja de retratar, también, este contexto nuestro de crisis, por lo general abordado desde parámetros objetivos y, por tanto, menos perturbadores a nivel emocional.
Sería este un experimento ciertamente interesante –caso de que por ahí hayan ido las intenciones de su responsable–, pero que a la vez exigiría de un clímax dramático que la trama no acaba de aportar. Así, “La trabajadora” funciona notablemente tanto en su faceta de denuncia social como en el elemento catártico que proyecta sobre su sufrida protagonista, pero nos deja ligeramente a contrapié a la hora de conjugar su doble opción narrativa: volviendo a la contradicción mentada en la primera línea, por paralelas, las nouvelles que componían “La ciudad en invierno” y “La ciudad feliz” conducían a una lectura más orgánica que este trabajo igualmente fragmentado pero de voluntad más unitaria.

Milo J. Krmpotic’
Milo J. Krmpotic’ debe su apellido a una herencia croata, lo más parecido en términos eslavos a una tortura china. Nacido en Barcelona en 1974, ha publicado contra todo pronóstico las novelas “Sorbed mi sexo” (Caballo de Troya, 2005), “Las tres balas de Boris Bardin” (Caballo de Troya, 2010), “Historia de una gárgola” (Seix Barral, 2012) y "El murmullo" (Pez de Plata, 2014), y es autor de otras tres obras juveniles. Fue redactor jefe de la revista Qué Leer entre 2008 y 2015, y ejerce ahora como subdirector del portal Librújula. Su firma ha aparecido también en medios como Diari Avui, Fotogramas, Go Mag, EnBarcelona, las secciones literarias del Anuari de Enciclopèdia Catalana…