Edward St. Aubyn
Ramas de una vida
Fotos Jordi Vidal
No todos los días se encuentra uno con un aristócrata inglés. Pero, cuando ese privilegiado personaje es Edward St. Aubyn, pasa que la reunión no tiene nada de ligero o superficial. Al igual que su libro, “El padre” (Mondadori, 2013), la conversación con Aubyn es profunda y detallada, un ponderado recorrido donde el escritor contrasta sus recuerdos literales y literarios con los designios de su alter ego de ficción, Patrick Melrose.
En realidad, “El padre” no es un relato, sino tres. El libro compila las tres primeras novelas del escritor inglés, en un solo volumen para la edición española: “Da igual”, donde, en el recorrido de un día y medio, vemos como el juego de un niño cae al abismo como una piedra sobre la charca al final de un pozo; “Malas noticias”, donde ese mismo niño, Patrick Melrose, es un joven roto, que delira en un sueño fingido, aspirando la vida a base de rayas de coca, o inyectándosela en sus ennegrecidas venas; y “Alguna esperanza”, donde Melrose alcanza la mediana edad tratando de ordenar los recuerdos y serenar sus pasos en la campiña inglesa.
El hecho que fundamenta toda la narración es la traumática experiencia que vertebra “Da igual”: a la edad de cinco años, Patrick Melrose es violado por su padre, drama que vivió en su propia piel Edward St. Aubyn hasta los ocho años. Eso le abalanzó al mundo de las drogas desde muy joven, a los 16 años, y a tratar de quitarse la vida cuando recién inauguraba la veintena. Después de todo eso, comenzó a escribir.
El Edward St. Aubyn que me da la mano en un hotel céntrico de Barcelona es totalmente diferente. Un hombre de buenas proporciones, paradigma de elegancia y contención, que se sienta con la espalda tan recta que me fuerza a salir incómodo de mi caparazón de hombros caídos. Cuando habla, entrecierra los ojos con un poso hondo y ausente, y cuando te escucha abre mucho las pupilas, con un aire gentil, y parece que su cabeza crezca. St. Aubyn es un verdadero bohemio aristócrata, hecho y derecho, de formas simples y estoicas, capaz de lo más mordaz desde una postura altamente seria y adusta.
Lo cierto es que empezaste a escribir esta trilogía de novelas hace mucho tiempo. “Da igual” se publicó por primera vez en 1992. No puedo imaginar cuantas veces habrás tenido que hablar de ellas, si recuerdas los motivos que te llevaron a escribirlas, los primeros momentos frente a la hoja en blanco.
Recuerdo muy bien la época en que empecé a escribir “Da igual”. No podía escribir con una camiseta, porque sudaba tanto que me la tenía que cambiar cada cinco minutos. Me envolvía en una toalla. Tenía ataques de pánico, solía quedarme estirado en el suelo, respirando profundamente para poder continuar. Fue un libro muy difícil de escribir. Por aquel entonces, tenía una novia española muy animosa, que me ayudó a teclear la novela correctamente, a corregirla. Yo ni siquiera podía releer lo que escribía. Lanzaba las hojas por encima de los hombros, y ella se las llevaba a la habitación de al lado; la oía teclear, y me daba cuenta de que estábamos progresando. Recuerdo todo aquello muy vívidamente, porque ese libro es una de las cosas más difíciles que he logrado hacer jamás.
Debe ser apoteósico ver todo ese esfuerzo finalmente encuadernado, en los estantes de una librería.
La sensación de verse publicado a través de los años, primero en Inglaterra en 1992, después en Francia en el 93, o, por ejemplo, ahora en España, en 2013, veintiún años después, es extraña. Me siento agradecido, excitado por poder alcanzar nuevos públicos, otros idiomas. Y, al tiempo, sigue siendo raro poder ver el eco de todo lo que escribí en esas páginas, en las manos de quien lo lee.
No sé si una batalla que te ha tocado librar muchas veces es la de distinguir entre Edward St. Aubyn y Patrick Melrose en las entrevistas que das. Aunque esté fundamentada en tus experiencias reales, “El padre” es una obra de ficción.
Sí, eso es algo a lo que he llegado a acostumbrarme, por mucho que sufra bastante también cuando doy entrevistas. En ningún caso escribí estos libros con la intención de confesar nada, son relatos que se inspiran en mis vivencias, pero que constituyen una ficción. Por eso se me hace incómodo que la gente me pregunte directamente, o trate de averiguar cosas sobre mí, en vez de referirse a los pasajes del libro. Yo trato de transformar esas experiencias dolorosas en una obra de arte, en una lectura agradable. Pero, como decía, eso es algo inherente al ser humano: siempre se prefiere buscar la anécdota o el morbo, de alguna manera a la gente le gusta ahondar en la desgracia del otro, como esos programas de televisión donde ves gente cayéndose y eso provoca carcajadas, algo que nunca entenderé… (risas)
Y, con todo, “El padre” es un libro que, en muchísimos pasajes, nos hace reír. No sé si el filtro del humor es algo que tomaste en consideración al escribir las novelas, o simplemente fluyó.
Eso es algo que me cuesta responder, porque es como tratar de definirse de una manera muy absoluta. No puedo decir que fuera algo que planeara, al igual que uno no tiene demasiada explicación acerca de la manera como camina o gesticula al hablar. Escribo así, imagino, porque soy así. No hay una planificación, ni una intención terapéutica: disecciono los pasajes dramáticos con ferocidad a veces, y con esa ironía distante, muy cercana al humor, en otros.
Se habla de muchas referencias al mencionar tus novelas, desde la comicidad y el retrato social de Wodehouse, a las formas de Evelyn Waugh, en esas incursiones humorísticas que incluyen una aparición de la Princesa Margaret, e incluso se ha llegado a mencionar a Proust…
De hecho, no me hace falta entrar a comentar demasiado en detalle todas esas influencias, porque en la segunda novela quedan plasmadas de manera palmaria. Patrick se pasa todo el tiempo soltando frases inconexas sacadas de infinidad de novelas y personajes que recuerda y configuran su entorno mental. Entre sus agujas, su desdén y sus alucinaciones auditivas, puedes escucharlos a todos: allí están el Capitán Kirk, el Jorobado Lánguido, Atila el Huno, Bill Shakespeare…
¿Hay alguna ventaja en leer las tres novelas seguidas, la trilogía reunida? ¿Qué te parece el título que las reúne en su edición castellana? Por otra parte, existen otras dos novelas más en torno a los Melrose.
Sí, son cinco novelas. Mondadori publicará pronto las otras dos, centradas en la figura de la madre. Se me consultó esa traducción, y me parece de lo más adecuada, puesto que las tres primeras novelas están centradas en la figura del padre. Y sí, fueron concebidas como una trilogía, así que resulta ideal que se reúnan y puedan leerse juntas. Además, sucede que, a lo largo de mis propias relecturas, he encontrado conexiones que no había previsto al escribirlas, y que pasaron largo tiempo inadvertidas. Al final de la primera novela, Patrick tiene una pesadilla con el perro alsaciano que cierto día lo persiguió por la playa. En el sueño, el alsaciano recoge una rama muerta entre la hojarasca. Curiosamente, sin darme cuenta, en la tercera novela escribí un pasaje final donde Patrick, ya adulto, y sin saber demasiado lo que hace, recoge una rama seca y la lanza hacia arriba, lejos, frente a un lago.
Imagino que no podemos despedirnos sin la obligada pregunta sobre qué estás escribiendo ahora, o que estás a punto de publicar. ¿Cómo son las novelas de Aubyn fuera del universo de los Melrose?
De hecho, he escrito una novela hace muy poco. Y es muy diferente a lo que se puede leer en “El padre”. Decidí escribir un libro más juguetón, que no tuviera nada de autobiográfico. Quería poder escribir rápido, más que ponderadamente, y disfrutar mientras lo hacía. De alguna manera, he querido dar reverberación a todos los pasos previos de mi producción literaria. Y en cierto modo ha funcionado. Por un tiempo, anduve preocupado de no dar con la química adecuada, o de no cumplir con la fecha de entrega, pero los primeros meses me sentí delirantemente libre y animado, nada comparado con escribir una novela de los Melrose. Creo que ya he hecho mucha excavación, ahora quiero jugar.

Albert Fernández
En el desorden de los años, Albert Fernández ha escrito renglones torcidos en publicaciones como Mondo Sonoro, Guía del Ocio o Go Mag, tiempo en el que ha tenido oportunidad de ir de tapas con Frank Black o escuchar a Patrick Wolf bostezar por teléfono. Además, ha sido jefe de redacción de las secciones culturales de H Magazine, y ha aportado imaginación tras los micrófonos de Onda Cero, Cadena Ser y Scanner FM, donde facturó la sitcom musical de creación propia “2 Rooms”. Aunque sabe que no hay lugar mejor que aquel de donde viene, a Albert no le hubiera importado nacer en Gotham City o en el planeta Dagobah. Con tendencia a la hipérbole y a la imaginación desatada, Albert sigue buscando el acorde que dé la vuelta a sus días.
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