Patricia Gibney
Noticias (peores) de la Iglesia de Irlanda
Texto Santiago García Tirado
A Lottie Parker, protagonista de “Los niños desaparecidos” (Principal de los libros), como a cualquier persona de bien la invitan a una iglesia. Así comienza su novela, y su particular purgatorio. En el pasillo central, a pocos metros del altar, ha aparecido un cuerpo de mujer asesinada, un hecho que pondrá en marcha todo un engranaje mental que empujará a la detective a descubrir otros asesinatos, suicidios, corrupción y, sobre todo, desapariciones de niños, todo siempre en predio eclesiástico. Lo espantoso, no obstante, aún está por llegar. La maldad, la degradación de la fibra moral, ha permeado la pequeña sociedad de Ragmullin, hasta llegar al terreno de lo doméstico y será ahí donde la detective Parker tendrá que poner a prueba los límites de su asombro. Todo esto y mucho más en un pueblecito irlandés, calles apacibles, verde balsámico; el lugar donde cualquiera apostaría por un retiro idílico. Como ven, hay tema para preguntarle a la autora, Patricia Gibney, que charló en exclusiva con Blisstopic, un año y un millón de ejemplares vendidos después.
Sra. Gibney: gracias por presentarnos a Lottie Parker a los españoles.
[Se ríe. No añade nada registrable].
Entonces, y a tenor de ese desastre humano que es Lottie Parker, ¿estamos definitivamente en la época de los héroes imperfectos?
Mucha gente me ha dicho que el personaje de Lottie Parker es muy real, y que se siente identificada con ella. A lo largo del proceso de escritura, que llevé a cabo durante un período muy duro de mi vida, fui poniéndole mucho de mí misma; luego decidí que ella debería tener su propia personalidad.
O sea, que adiós a los héroes excepcionales.
Es algo que gusta a los lectores, y a mí misma como lectora, y sí, nos hemos alejado de los héroes del pasado. Ahora nos identificamos con personajes más reales.
La protagonista es mujer, la detective Maria Lynch es mujer, la forense, Jane Dore, es mujer: ¿la saga Lottie Parker toma partido por el feminismo?
No es algo intencionado, pero para mí, evidentemente, es más fácil, aunque en la novela también hay muchos personajes masculinos. No siento que ese detalle sea una declaración de principios.
En España y en medio mundo estamos en un momento en el que se reivindica el poder de la mujer.
Sí, cada vez vemos más mujeres en puestos relevantes, como Jane Dore, la forense. Eso es reflejo del cambio de la sociedad, donde la mujer está más visibilizada.
Para el lector español es muy atractivo el parangón con Irlanda. En la novela hay montones de detalles que nos recuerdan lo que hemos vivido aquí.
Desde que he venido a Barcelona he estado oyendo acerca del tema de los niños que robaron aquí, en España, y desde luego, son unos hechos que se asemejan mucho a lo ocurrido en Irlanda con la Iglesia Católica. En nuestro caso, muchos fueron separados de sus madres y enviados a Estados Unidos con certificados de nacimiento falsos. Sin duda es algo muy parecido a lo que ocurrió aquí con los niños robados.
Publicar una novela como Los niños desaparecidos y señalar a miembros de la Iglesia como responsables no sería gran cosa si no hubiese por medio un millón de ejemplares vendidos. ¿Has recibido alguna llamada admonitoria tras tu éxito?
Sí, he recibido correos, sobre todo de gente de Estados Unidos que me confirmaba que había vivido una experiencia similar. También he recibido correos de católicos conservadores que me han dicho “¡cómo te atreves a escribir algo así!”. En todo caso, los correos positivos han sido mucho más numerosos que los negativos.
¿Algún obispo, un prelado?
[Risas] No.
Buscado o no, la novela despliega un panóptico interesante de la Irlanda actual, donde, por ejemplo, se habla mucho del desempleo, como en España.
Cuando empecé a escribir la novela, en 2011, esa era la experiencia del momento. La sociedad estaba reaccionando a todos los escándalos que iban saliendo a la luz, y a la crisis. Sin duda, desde que empecé a escribir hasta ahora ha mejorado la situación, pero sí, lo que se ve en la novela era la situación del país.
Por si había poco motivo de coincidencia, la historia se enturbia con un caso de corrupción urbanística.
Sí, en Irlanda ha habido mucha corrupción, y lo que retrato en la novela es la situación que se vivió entonces. Hablo de tribunales, comisiones de investigación creadas por los gobiernos locales y nacionales, que se vieron presionados a investigar la corrupción urbanística, y también toda esa trama de los “sobres marrones”. Al final, poca gente de la que se vio implicada ha ido a la cárcel.
En la novela nos encontramos con asesinatos, violencia, una sociedad camino de la pobreza y una historia reciente llena de enormidades, pero sorprende que poco a poco ese panorama se cuela en el ámbito doméstico.
Lo que he hecho en esta novela ha sido centrarme más en lo individual, y no en lo puramente global. Es una novela que tiene muchas capas y todas ellas se relacionan de alguna manera, con la familia de Lottie, o la de otros personajes, y eso lleva a que los lectores se sientan identificados con los personajes de la novela.
Me pregunto si la novela no trata de ser un espejo en el que se mira Irlanda.
Lo primero que quiero resaltar es que se trata de una ficción. Yo creé este mundo, no desde cero, por supuesto, pero sí a partir de experiencias que viví, que posteriormente dieron forma a la novela. Se podría debatir si es un reflejo fidedigno de la sociedad de Irlanda, pero desde luego lo que ha dado forma a la novela final han sido mis experiencias propias.
¿Los fantasmas te llevaron a la novela, o fue la novela la que hizo aflorar fantasmas?
La novela la escribí tras la muerte de mi marido, al que le diagnosticaron un cáncer terminal y en cuestión de tres meses falleció. La concepción de la obra fue en un momento duro y muy importante de mi vida, así que me tomé la escritura como una especie de terapia para superar el duelo. Como lectora me apasionan la novela negra y el thriller, por lo tanto tenía claro que, si iba a escribir una novela, iba a decantarme por ese género. Dado que estaba pasando por un momento muy oscuro de mi vida, los fantasmas que tenía acabaron traspasando las páginas del libro.
Ahora que ha pasado el tiempo, ¿volvería a escribir esta trama tan preñada de crimen?
Sí, de hecho otros libros escritos en torno a la desaparición de niños están elaborados de la misma manera, también tienen muchas capas. Lo que quiero con esto es mantener al lector concentrado en la narrativa, que esté en tensión y resuelva el enigma al tiempo que lo hace la protagonista, Lottie Parker. Con el tiempo he aprendido a desarrollar un estilo, he mejorado mi proceso de escritura, y aunque no cambiaría nada del argumento ni de los personajes, sí intentaría mejorar mi escritura.
Me preocupa el futuro de Lottie Parker. Después de esta historia desaparecen muchos ilustres varones de Ragmullin, su ciudad. ¿Te has planteado llevarla fuera, a España, por ejemplo?
Pues sí: en el siguiente caso algunas escenas tienen lugar en Málaga, adonde la lleva una de las pistas.
¿Podemos saber algo más de esa historia?
El tema será los niños robados. Trato el tema de los refugiados que piden asilo en Irlanda, hablo de sus centros de acogida cuando tienen lugar una serie de crímenes que llevan a la protagonista a descubrir toda una trama que existe por debajo de esos centros de acogida.
¿Cómo cambia el estado mental de una escritora después de haber vendido un millón de ejemplares?
El primer contrato que firmé fue por cuatro títulos, aunque el primer volumen lo publiqué en formato electrónico. Luego me ampliaron el contrato a siete libros, y ahora estoy escribiendo dos al año. Pero que venda 100, o bien un millón, es algo que no afecta a cómo escribo, porque escribo lo que quiero. La única diferencia es que, gracias a esas ventas, la historia de Lottie Parker va a continuar.
¿A dónde quieres llegar con Lottie Parker?
Los lectores me cuentan que quieren ver que Lottie Parker supera su tristeza, su duelo (ella, como la autora, también es viuda reciente), y encuentra la felicidad, pero al fin y al cabo escribo novela negra: voy a hacerle la vida lo más complicada posible.

Santiago García Tirado
Soñó con llevar subliminalmente en su DNI una cifra capaz de avivar el deseo, pero llegó al mundo en 1967, con dos años de antelación para la fecha correcta; desde entonces no ha hecho más que constatar que siempre estuvo (contra su voluntad) en el tiempo equivocado para ser cool. Con empeño, y en contra de la opinión de las hordas hipsters internacionales, ha llegado sin embargo a crear la web PeriodicoIrreverentes.org, y colaborar en Micro-Revista, Sigueleyendo, Quimera y Todos somos sospechosos, de Radio 3. Sus últimas obras de ficción son “Todas las tardes café” (2009, relatos) y “La balada de Eleanora Aguirre” (2012, novela). En 2014 verá la luz su novela “Constantes Cósmicas del Caos”, con la que espera coronar su abnegada labor en beneficio de la entropía universal.