Alexis Ravelo
La sucia realidad
Texto Santiago García Tirado
Desde Canarias el detective no colegiado Eladio Monroy se hace representar por el escritor Alexis Ravelo en esta exclusiva para Blisstopic y –confieso– llego al lugar sin saber muy bien qué me espera. Monroy es un tipo malcarado, que impone, por lo que he dudado si llevar bajo el sobaco la grabadora o mi versión Taser recién comprada en una web innombrable. Sospecho que Ravelo me esperará de incógnito, camuflado entre la multitud de rostros grises de la Cafetería Laie, pero me descubro equivocado a las primeras de cambio. Alexis Ravelo entrega un título con ecos de admonición: “El peor de los tiempos” (Alrevés, 2017).
Alexis Ravelo (1971) es un tipo expansivo, de risa golosa y planta de canario cordial, a quien accedo por la espalda –sigo con mis prevenciones– y oigo divagar en torno al arte de la novela: “…Jugar. Si desaparece el juego, la literatura se desvanece”. Suspiro. A estas alturas nada me provoca más terror que uno de esos escritores que se toman a sí mismos tan en serio que, más que charlar, sentencian. Ravelo, no. Ravelo cultiva el arte con los pies pegados a la realidad. Y eso es, de hecho, lo que quiero investigar.
Acabas de llegar a Barcelona, y no sé si te has enterado ya de que está a punto de resucitar Pepe Carvalho.
Me he enterado. Me enteré, además, cuando se iba a hacer el aquelarre para que resucitara. Y a mí me parece buena noticia, fíjate. Me parece buena noticia porque, además, está en muy buenas manos. Zanón a mí me parece un gran escritor, de los mejores de nuestra generación, y su última novela, “Taxi”, es fantástica. Mira, yo he venido a vender mi novela y estoy vendiendo la de Zanón (se ríe, expansivo). Tampoco me pareció mal cuando se resucitó a Philip Marlowe, ni me pareció mal que se haya resucitado a Méndez. Además nos vienen bien personajes como estos para pensar la época en la que estamos viviendo. La transición la entendemos de verdad por la novela negra que se hacía en esos tiempos, cuando leemos a Vázquez Montalbán, a Andreu Martín, a González Ledezma, a Juan Madrid, que desde la novela negra lo que te cuentan es el otro lado del discurso oficial, que es el que se suele quedar para la historia.
…Porque la oficialidad tiene medios donde fijar su versión de la historia.
Claro, claro, nosotros podemos leer lo que queramos sobre el Regeneracionismo, pero si quieres entender lo que significó en España no te queda otra que leer “Misericordia” de Galdós, que es el que te cuenta la cara B del discurso del Regeneracionismo. Hoy en día volvemos a necesitar estas novelas, y yo vuelvo al hard boiled porque quiero contar este tiempo, quiero contar lo que está pasando para ver si lo entiendo yo también
Paco Camarasa, de Negra y Criminal, acaba de recibir la medalla al mérito cultural en BCN. ¿Se intuye ahí que se está invitando a la novela negra a que entre en el discurso de la oficialidad?
Pues debería haber entrado ya, en el sentido de que nos respeten un poquito. Hace poco me preguntaban si mi novela es negra o no, si es policiaca o no. Yo digo no, es novela contemporánea. Me he enfrentado a editores que me preguntaban: “Tu siguiente novela, ¿es negra o es literaria?”. Que yo sepa, lo que hago es escritura, y me gustaría pensar que se convierte en literatura cuando llega al lector. Pero para mí hay el mismo esfuerzo, la misma intención estética cuando escribo una novela negra que cuando escribo una novela fantástica, o una novela histórica. En Canarias decimos: “El respeto es muy bonito”, y no sé por qué no respetamos igual al género negro, del que tenemos algunos maestros en España, que a otros que a lo mejor no son tan eficaces y les estamos haciendo la ola todos los días desde las páginas de los suplementos culturales.
Siempre que la novela negra no pierda esa vocación contracultural que la define…
Roland Barthes decía que había textos de placer que estaban de acuerdo con la cultura en la que estaban escritos, y luego estaban los textos de gozo, aquellos que se escribían en contra, en pugna con los valores de la sociedad en la que estaban insertos, en pugna contra el lenguaje. El ponía como ejemplo a Georges Bataille, o al Marqués de Sade. Yo creo que la novela negra es un texto de gozo, un texto que te lleva a replantearte todo lo que tienes alrededor. Aquí tenemos el problema que planteaba Augusto Monterroso en el cuento maravilloso “El mono que quiso ser escritor satírico”. El mono se puso a hacer sátiras contra el León, entonces el León para no ser reconocido en la sátira empezó a tratarlo bien; también hizo sátiras contra el tigre, y lo mismo; y al final tanta gente lo trataba también que tenía muchos compromisos y ya no podía hacer sátira sobre nadie. Los escritores negro criminales debemos saber mantenernos en nuestra distancia con respecto al poder.
¿“El peor de los tiempos” es éste que vivimos?
Yo no sé si es el peor pero en la novela se dice que sí pudo haber sido el mejor. Yo soy de los que piensan que en los últimos años hemos perdido muchísimas oportunidades de hacer que este país, o estos países, cambien, den un salto adelante. La democracia que se organizó justo después de la dictadura estaba pegada con alfileres, había que revisarla. Toda ley que no se revisa acaba por ser obsoleta, por no servir a la sociedad. Y la ley aquí está para servir a la sociedad. O en los últimos años se han descorrido un montón de velos que había en torno a ese sistema, algo que nos podría haber permitido como sociedad hacer autocrítica. Y el resultado que estamos teniendo es lo contrario, una especie de contrarreforma. Tenemos al poder de siempre defendiéndose con uñas y dientes y amenazando con recortar libertades de una manera brutal. Eladio Monroy es un personaje de hard boiled, que siempre ha sido cínico, desencantado, pero que en el año 2012, en “Morir despacio”, vuelve a retomar contacto con su hija a la que hace tiempo que no ve -su hija es trabajadora social, una chica de izquierdas- y por ella y otras personas se termina ilusionando con el 15 M. De hecho, aquella novela acaba con Eladio Monroy metiéndose en una manifestación de yayoflautas. Esta novela retoma al personaje cinco años después, más desencantado que antes, porque en 2012 se había ilusionado, fue el año en que los ciudadanos de este país dejaron de ser súbditos y se convirtieron en ciudadanos. Y no ciudadanos de color naranja. Intentaron asumir sus responsabilidades como tales.
Tu historia se ambienta en Canarias, ¿como metáfora de algo más amplio?
Yo soy de los que piensan con Juan Rulfo que no hay que salir de Comala para contar el mundo. Me doy cuenta de que es interesante hablar sobre los lugares que has respirado, donde has vivido, donde has sufrido, donde has amado. No puedo escribir sobre los lugares donde he estado como turista. Canarias tiene una gran ventaja como espacio: es un territorio limitado -y ya sabes aquello de “pueblo chico, infierno grande”- y puedes contar las cosas de una manera más clara. Y además de lo que se trata es de que las pasiones que narras sean universales.
Para los que somos de fuera y leemos de los corruptos que reparten el dinero en las islas…
Te da miedo ir, ¿no?
Digamos que antes me quiero informar. ¿Sería un buen modelo, para entendernos, el exministro Soria?
Para responderte yo tendría que tener bastante más pasta, porque “esa persona a la que usted se refiere” tiene poder económico, te puede meter en un juzgados años y años y años y años, y yo no puedo. No es un modelo de conducta, pero puedo decir que en Canarias lo conocíamos de mucho antes que ustedes, y los papeles de Panamá ya fueron una guindita sobre un pastel enorme. Durante años, mientras él estuvo de ministro, casi todas mis charlas en península las acababa pidiéndole perdón al auditorio por él, pero diciéndoles también que se lo habíamos enviado a ustedes para vengarnos de lo que nos habían hecho durante la conquista (Ahora sí, risas sonoras).
Eladio Monroy se compara con Mike Hammer, el personaje de Mike Spillane, un tipo muy duro.
Eso es una coña, y tiene que ver con el humor canario. A Eladio Monroy lo llama “el Mike Hammer de la calle Murga” su pareja, para ridiculizarlo cuando se mete en algún asunto turbio. Todas las novelas de la saga Monroy en el fondo tratan de un delito violento que luego siempre tiene que ver con un delito de cuello blanco. Todas las novelas toman la violencia física para hablar de la violencia estructural, que es la que nos molesta.
Eso nos lleva a la figura del detective en la novela negra, ¿a Monroy lo podemos considerar un modelo de detective/no detective muy hispano?
Es muy español, y muy canario, de hecho, está en la economía sumergida. Piensa en las sagas de Juan Madrid. La mejor es la de Toni Romano, porque fue policía, después, vigilante de seguridad, detective… y al final ya no es nada. Cuando no es nada es cuando crece Toni Romano, y eso lo hace característicamente español. Hemos vivido una sociedad en la que con lo que ganas realmente no te da para comer muchas veces. Todo eso fomenta la economía sumergida. Y Monroy pertenece a una casta de hombres que tenía que ver mucho con el muelle, con una economía sumergida muy vinculada al puerto franco. Yo recuerdo eso de ir tu padre llegando con una plancha de calamares que “se había caído de un contenedor”, etc. etc.
Y hay otra cosa: el hard boiled probablemente tenga más que ver con la novela de aventuras y con el western que con la novela policíaca. Mempo Giardinelli habla de esa posibilidad. En el hard boiled hay un héroe solitario que está en un territorio salvaje en el que se tiene que sacar las castañas del fuego con un código de moral laxo pero con un núcleo irreductible.
Siempre en tus novelas aparece un desajuste cósmico, una injusticia, que tus protagonistas logran subsanar: ¿no es eso novela fantástica?
Puede serlo, sobre todo por sus finales. Debería ser eminentemente realista en cuanto a su planteamiento, pero yo no quiero amargarle la vida más al lector de lo que la tenga, por eso siempre hay una especie de compensación, de justicia poética, aunque siempre queda algo podrido, los personajes que han pasado por ahí, incluso los protagonistas, siempre se llevan una cicatriz. Me gustaría pensar que el final es mejor de lo que parece, pero creo que no. En esta novela el final es muy amargo.
La actitud de tu personaje es resolutiva, y no le hace ascos a la violencia. Eso, en pleno 2017, ¿no es exponerse mucho?
(Se ríe) Es exponerme muchísimo, pero lo cierto es que va en el paquete de un tipo como Eladio. Es un perro viejo, marinero, que ya tiene una edad, y que ya no está tan terso. Tiene mundo, sabe que ataca primero o se lo comen. Hay veces que se enfrenta a tipos de gran envergadura. Ahí entra en juego una frase que decíamos mucho en mi barrio: “nadie se come a nadie”.
A priori.
Es un personaje que se ha criado en la violencia. que ha visto la violencia muy de cerca y que sabe moverse bien con ella. Para mí no es un modelo de conducta, yo no me tomaría con él ni un café, pero es un personaje que nos permite hacer un poco de justicia poética y soltar esa rabia por las cosas que vamos viendo todos los días. Digamos que mientras Eladio Monroy esté ahí repartiendo hostias, a lo mejor nosotros nos ahorramos repartir algunas.
Eso te lo rebatiría más de uno.
La violencia en la ficción también funciona como una especie de catarsis. Leí un cuento de Juan Rulfo que se titula “Diles que no me maten”, aquel cuento en el que un anciano se entera de que ha venido por él un teniente por un asesinato que cometió cuando era más joven, y este teniente es el hijo del tipo al que mató. Este viejo, de una manera muy mezquina, le pide a su hijo que vaya a hablar con el militar para pedirle que no lo fusile. El hijo le dice: “¿Y si me matan a mí, quién va a cuidar de mis hijos y de mi mujer?”, y el viejo le dice: “La Providencia”. Años después leí que parece que está inspirado lejanamente en la infancia de Juan Rulfo, porque al padre de Rulfo lo mató un vecino por una cuestión de haciendas, y el otro se fue y nunca lo cogieron. En el México de Juan Rulfo lo más normal era que tú cogieras un revólver y fueras a matar al tipo. Él decidió escribir ese cuento, y así cada vez que leemos ese cuento Juan Rulfo vuelve a vengarse.
Detalles: Monroy tiene una hija que vive con otra mujer, y él lo acepta con naturalidad. ¿Es Monroy una prueba de la evolución de la sociedad española?
Efectivamente, y ha evolucionado con cada novela. Siempre tiene que toparse con una realidad que le hace revisar sus prejuicios y le hace aprender algo. Y esto es muy bonito, porque yo he conocido a gente de mediana edad, incluso de la tercera edad, que es capaz de revisar sus prejuicios y cambiar su mentalidad. En el caso de Eladio Monroy, en su segunda novela se le quitan sus prejuicios homófobos, cuando le toca perseguir a un chico que es gay y acaba haciendo una gran amistad con él.
Detalles: una especie de Wikileaks canario llamado La Asamblea le suministra información.
La Asamblea surge en la segunda novela de la serie, “Sólo los muertos”, cuando yo no sabía que iba a existir una cosa llamada Wikileaks. Además no es un grupo sólo canario, están repartidos por todo el país, por toda Europa, no se sabe de dónde son. En este tipo de novelas siempre hay unos personajes que llamamos “facilitadores”, que van resolviendo determinados ítems, y eso nos permite ahorrarle al lector páginas y páginas de documentación. Eso es La Asamblea.
Pues si en la serie vemos que Monroy evoluciona en paralelo al país, ¿hacia dónde se dirige ahora Eladio Monroy?
Ni idea (Se ríe).
¿Votará a Ciudadanos?
(Se ríe más)
Están de moda.
Creo que a Eladio no le caerían nada bien la onda de Ciudadanos. De entrada, porque su ideología es muy difusa.
¿La de Monroy?
La de Ciudadanos.
Yo creo que está muy clara.
Yo creo que va a seguir caminando en el sentido del escepticismo, pero también me gustaría pensar que en un momento dado las “tres Desgracias” (las mujeres que rodean a Monroy: su amante, su hija, su nuera) y Manolo pueden convencerlo de que vuelva a ilusionarse. Ojalá pueda volver a ilusionarse, y ojalá podamos volver a ilusionarnos. Ojalá se pare ya la contrarreforma y ocurra algo que nos ponga en un camino, algo por lo menos más lógico.
De los siguientes factores, ¿con cuál tiene más deuda Alexis Ravelo? a. La novela negra; b. El Realismo sucio; c. La sucia realidad.
Yo me quedaría con la sucia realidad, pero la influencia del Realismo sucio es importante. La sucia realidad es la que me proporciona los temas, y las preocupaciones, y las preguntas, que son las que mueven a la reflexión que acaba cuajando en una novela. Lo que ocurre es que mis modos literarios probablemente provengan más de tipos como Juan Carlos Onetti que de la novela negra norteamericana. He leído otros tipos de literatura y eso me ha ayudado a manejarme más o menos bien con el género negro. Amo el género, pero no lo respeto, que es la mejor manera de amarlo. Probablemente a mí me influya más gente como Fante y Carver que Dashiell Hammet.
Ahora que discutimos la evolución en la tolerancia de Monroy, ¿qué diría de ese leit motiv que se ha puesto de moda por aquí, “parlem”?
Claramente diría que sí.
¿No se reiría a carcajadas?
Se reiría cuando le dijéramos: “Tenemos que hablar con estos”. Y ya no sé si le haría gracia, porque es perro viejo. pero probablemente votaría por esa solución. De todas maneras, situaciones como la que planteas no las debería intentar resolver tipos como Eladio, deberían hacerlo políticos, pero políticos de verdad, de esos que son capaces de sentarse y hablar.

Santiago García Tirado
Soñó con llevar subliminalmente en su DNI una cifra capaz de avivar el deseo, pero llegó al mundo en 1967, con dos años de antelación para la fecha correcta; desde entonces no ha hecho más que constatar que siempre estuvo (contra su voluntad) en el tiempo equivocado para ser cool. Con empeño, y en contra de la opinión de las hordas hipsters internacionales, ha llegado sin embargo a crear la web PeriodicoIrreverentes.org, y colaborar en Micro-Revista, Sigueleyendo, Quimera y Todos somos sospechosos, de Radio 3. Sus últimas obras de ficción son “Todas las tardes café” (2009, relatos) y “La balada de Eleanora Aguirre” (2012, novela). En 2014 verá la luz su novela “Constantes Cósmicas del Caos”, con la que espera coronar su abnegada labor en beneficio de la entropía universal.