Miguel A. Zapata
El Preguntador Automático (13)
Redacción / Fotografía de Susana López
Este granadino residente en Madrid, cuentista reincidente y ampliamente antologado, se ha adentrado en la novela con “Las manos” (Candaya), la historia de un tipo común y corriente (por la parte baja de la tabla) que aspira a redimirse encontrando la Copa del Mundo que le han robado a Fernando Torres durante la celebración capitalina del triunfo en Sudáfrica. Y es que, incluso cuando todo parece perdido, ahí está el fútbol, dispuesto a salvarnos. Más o menos.
¿Cuál fue el primer disco que compraste?
No recuerdo si fue “Raw like sushi”, de Neneh Cherry, o “Cinema”, de Ice MC. En cualquier caso, ambos discos son una mixtura de hip-hop, funky descafeinado y (en el caso de Ice) un Eurodance que ha envejecido fatal. Hoy no daría un duro por ellos, pero con 15 años uno hace lo que puede con sus gustos estéticos.
¿Cuál ha sido el último?
“The Beast in its Tracks”, de Josh Ritter. Neofolk y alt-country con toques lennonianos. Esto suena muy cool, pero su música es mucho más sencilla y lírica que esa etiqueta cacharrera que le he puesto.
¿Y el que salvarías de un incendio?
Dos, si me permites: “Nevermind” de Nirvana (por lo canónico, generacional y el mito de Cobain) y “Blinking lights and other revelations” de Eels, quizá el mejor grupo del género que sea del planeta, con Mark Oliver Everett como pope del frikismo bien entendido: misantropía no destructiva y gafapastismo de verdad (dioptrías reales y un esparadrapo en el puente sobre la nariz).
¿Qué banda sonora le pondrías a tu última novela?
Cualquier disco de Hanne Hukkelberg, de principio a fin: banda sonora de un mundo de juguete sonando en el vientre de una deidad ciega (esto suena a boutade cual piano, pero quien lea la novela sabrá, supongo, a qué me refiero).
¿Eres de vinilo / CD / MP3?
La tecnología me odia. CD, como mucho. Y porque ya no se edita nada en cassette, que si no… ¡Ah, aquellas cintas de 90´ de cromo!
¿Cuál ha sido el mejor concierto de tu vida?
Uno de Eels en la Riviera. Creo que nuestra reina Letizia estaba entre el público, según dijeron las crónicas. Yo no la vi, pero creo que ni me hubiese dado cuenta.
¿La primera película que recuerdas haber visto en cine?
Ufff… Creo que una del chico aquel tan gracioso y rubicundo, Lolo se llamaba. O tal vez “Los aristogatos”. La primera que me impactó de manera personal fue “Eduardo Manostijeras”, de mi adorado Tim Burton.
¿Y la última?
Pues llevo tiempo sin ir, la verdad. Posiblemente “El Gran Hotel Budapest”, de mi no menos adorado Wes Anderson, tal vez el único autor de verdad del cine contemporáneo que no necesita filmar el bostezo para alcanzar esa condición autoral.
¿Qué sueles escuchar mientras escribes?
Jazz vocal (Nina Simone, Shirley Horn, Ella Fitzgerald…), clásica (polifonía barroca, usualmente) o trallazos rock de diferente intensidad (In Flames, Muse, Nada Surf…). Depende de lo que tenga entre manos.
¿Y para relajarte?
No puedo relajarme con música.
¿Una película que veas cada vez que puedes?
He visto decenas de veces “Teen Wolf 2”. Es mala malosa, pero yo quisiera haber vivido una época universitaria y licantrópica como esa. No pudo ser. En Granada en los 90, no. Esta película es la terapia antitrauma perfecta.
¿Un director de cabecera?
Wes Anderson. Y el otro Anderson: Paul Thomas.
¿Una serie?
Siento defraudar a los serieadictos, que son legión, pero es que hoy no puedo concentrarme ante una pantalla durante el tiempo que dura una serie. En el pasado fui fan fatal de “Salvados por la campana”, “Cosas de casa” y “El príncipe de Bel-Air”. Televisivamente muy triste para el espectador actual, pero es lo que hay.

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