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Sandman

Estación de nieblas

 

Albert Fernández

 

Donde los senderos de Destino dan lugar a una reunión de lo menos común. Donde el Infierno recibe una visita, que Nada bueno puede deparar. Donde se entrega una llave y se abren y cierran muchas puertas. Donde se suceden muchas más visitas en el Reino de los Sueños, y los banquetes, los regalos, las promesas y las amenazas cubren de nieblas la razón de un ser eterno. 

   

La llave del infierno no es un regalo que uno pueda despreciar. Aunque tampoco algo que uno desee que se le ofrende. Cuando Morfeo recibe de Lucifer ese instrumento capaz de abrir la cerradura que da a un infierno cerrado y vacío, queda claro que aquella memorable cita de Milton que rezaba “mejor reinar en el infierno que servir en el cielo” puede llegar a volverse del todo inoportuna.

 

En realidad, con esa puerta abierta al infierno y sus diversas posibilidades de dominio, Neil Gaiman comenzaba por primera vez a cerrar ciclos y arcos en el devenir de "Sandman", para abrir la seria a nuevos horizontes de sucesos. En "Estación de nieblas", Morfeo regresa al infierno para salvar a Nada de su condenación en el averno, y perdonarla por rechazarle en los remotos tiempos en que ambos se enamoraron. En vez de eso, se encuentra con un monarca de las tinieblas cansado y despreocupado, capaz de desterrar a todos los habitantes del reino, despedirse de su reino y entregárselo al señor de los sueños para que disponga de él a su antojo. 

 

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Si hasta el momento, la serie había consistido en un crescendo concatenado de situaciones que se resolvían y respondían unas a otras, actos y episodios que aparecían como consecuencia de los años de cautiverio de Morfeo, la cuarta saga representa una primera de cerrar una puerta y reiniciar la corriente de acontecimientos en la serie. Además, la estructura narrativa de “Estación de nieblas” es sencilla y efectiva a niveles magistrales: se plantea una dilema, el conflicto se desarrolla, enreda y multiplica en varios episodios, y se llega a una solución brillante para la saga.

 

No hay duda que se trata de uno de los más brillantes arcos argumentales de la serie, tal vez el que nos permite acercarnos por primera vez a la figura de Morfeo de una manera diáfana, sin las sombras y subterfugios de las anteriores entregas. En la reunión con los Eternos que introduce la historia, donde se nos presenta a algunos de los hermanos de Morfeo que todavía no conocíamos, vemos a Morfeo dudar y arrepentirse por primera vez. 

 

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Como es habitual, Gaiman referencia a los mitos y aporta notas culturales que elevan enteros el nivel de lectura, desde la consabida cita de "El paraíso perdido" de Milton en torno a la cual giran todo este relato, a la apoteósica e inquietante lista de invitados que se plantan a las puertas del hogar de Morfeo reclamando la llave del infierno: Odín, Thor y Loki, deidades Aesir, Anubis, Señor de los Muertos, Susanoo, el dios japonés del mar, más representantes de las fuerzas del Caos y el Orden, unos cuantos demonios despechados y un par de ángeles que ofician de testigos del inconcebible intercambio.

 

Salvo el escalofriante interludio firmado por Matt Wagner en el relato infantil post-mortem del cuarto episodio, la saga está excelentemente ilustrada por Mike Dringenberg, si bien el dibujante comete un error imperdonable, y ya memorable, o al menos recordado con cariño, en las primeras páginas del volumen: al bueno de Mike se le ocurrió dibujar a Destino con sombra, precisamente en el episodio donde Gaiman decidió hacer un alto en la narración para dedicar dos curiosas páginas a la descripción de cada uno de los Eternos, especificando muy claramente que “sus pies no dejan huella”.

 

Lo que sí deja marca, sin embargo, es ese brindis sobrenatural que se propone justo en el momento en el que el Infierno se vacía y el mundo queda patas arriba:

 

“Por los amigos ausentes, los amores perdidos, los viejos dioses y la estación de nieblas; y que cada uno de nosotros dé al diablo su merecido”

 

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Albert Fernández

En el desorden de los años, Albert Fernández ha escrito renglones torcidos en publicaciones como Mondo Sonoro, Guía del Ocio o Go Mag, tiempo en el que ha tenido oportunidad de ir de tapas con Frank Black o escuchar a Patrick Wolf bostezar por teléfono. Además, ha sido jefe de redacción de las secciones culturales de H Magazine, y ha aportado imaginación tras los micrófonos de Onda Cero, Cadena Ser y Scanner FM, donde facturó la sitcom musical de creación propia “2 Rooms”. Aunque sabe que no hay lugar mejor que aquel de donde viene, a Albert no le hubiera importado nacer en Gotham City o en el planeta Dagobah. Con tendencia a la hipérbole y a la imaginación desatada, Albert sigue buscando el acorde que dé la vuelta a sus días.

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albert@blisstopic.com

 

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