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True Detective 01x04

"Who goes there”

9,2

 

Milo J Krmpotic'

 

Cabe suponer que a estas alturas lo tendremos ya meridianamente claro: “True detective” no es un policial convencional, no es un procedural convencional, no es una buddy series convencional. Y no lo es porque no quiere serlo, por todo el contenido que vuelca sobre sus dos personajes principales, por el modo en que logra tornarlos paradigmáticos (del ser hombre pero también del ser humano) a medida que los perfila e individualiza, también por sus ansias de retrato social y sus ribetes filosóficos y literarios. Pero ojo porque, incluso cuando debe transitar los caminos más trillados del género (por ejemplo, las escenas de acción), “True detective” insiste en resultar excepcional. Y la secuencia que cierra este cuarto episodio, la que por tanto señala el ecuador de la temporada, es un prodigio que habrá hecho levantar de su sofá a Michael Mann y que pasará a los anales de la ficción catódica.

 

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Pero no avancemos acontecimientos… “Who goes there”, lema del capítulo, es también el título del relato de ciencia ficción de John W. Campbell que dio origen a “La cosa” de John Carpenter. Ya saben: un extraterrestre es extraído del hielo antártico y se revela capaz de imitar la forma y adoptar los recuerdos de todos aquellos hombres o animales que tengan la pésima suerte de cruzarse en su camino. ¿Y se sorprenderá alguien si le decimos que aquí el alienígena no es otro que el bueno de Cohle? Un par de entrevistas han puesto a la pareja detectivesca en la pista de Reggie Ledoux, quien parece estar cocinando su metanfetamina para la banda motorista de los Iron Crusaders… con los que Cohle tuvo trato en sus días como policía encubierto. A la vez, quien desee acercarse al monstruo que cerraba el anterior episodio debe inevitablemente mancharse las manos (y, de paso, la nariz y la mente). Y, para cumplir tal peaje, el amigo solicita un permiso por motivos personales, regresa a la droga, se infiltra en la banda y se convierte en uno de ellos… para a la postre traicionarlos con una falta de emoción cuya ferocidad no parece de este mundo.

 

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A todo ello, Hart no estuvo en condiciones de seguir equilibrando la balanza: su examante le hizo pagar la escenita de la semana anterior confesándose a su esposa y esta lo echó de casa, con lo que el tipo acabó compartiendo piso (y planes) con su antagonista compañero. Así, aunque quepa adjudicarle la pista obtenida en la fiesta rave, el capítulo se lo llevó Cohle por KO. Si el encuentro con Ginger en el bar de moteros nos hizo temer por su integridad, su control durante el asalto al alijo del gueto y el modo en que pasó a merendarse al anterior cuando las cosas se torcieron dan fe de una personalidad camaleónica y pragmática, que por entenderse más allá del bien y del mal logra extraer resultados incluso de su tendencia a la autodestrucción. El plano-más-o-menos-secuencia con que nos obsequió Cary Fukunaga fue, en definitiva, un final tan pirotécnico como majestuoso para una experiencia memorable.

 

 

Bonus tracks:

* Cohle al exmarido de Dora Lange y excompañero de celda de Reggie Ledoux: “I don’t think you should have shown him those pictures… do you?”. Pues va a ser que no debería, no.

* De nuevo Cohle, ante la caja en la que guarda sus granadas de mano, un AK-47 y una botella de Jameson: “It’s just some stuff I kept in case some work came back on me”.

* Los detectives Gilbough y Papania han comenzado a tensar la cuerda alrededor de Cohle (“coincidences keep mounting…”), pero ignoran, claro, lo que no se les cuenta; esto es, la labor parapolicial que requirió el caso.

* La historia de Cohle con su padre, por cierto, se me antojó un reflejo menos trágico de la de David Vann. Pero quizá esté obsesionado con “Sukkwan Island”, no lo descarto.

Milo J. Krmpotic’

Milo J. Krmpotic’ debe su apellido a una herencia croata, lo más parecido en términos eslavos a una tortura china. Nacido en Barcelona en 1974, ha publicado contra todo pronóstico las novelas “Sorbed mi sexo” (Caballo de Troya, 2005), “Las tres balas de Boris Bardin” (Caballo de Troya, 2010), “Historia de una gárgola” (Seix Barral, 2012) y "El murmullo" (Pez de Plata, 2014), y es autor de otras tres obras juveniles. Fue redactor jefe de la revista Qué Leer entre 2008 y 2015, y ejerce ahora como subdirector del portal Librújula. Su firma ha aparecido también en medios como Diari Avui, Fotogramas, Go Mag, EnBarcelona, las secciones literarias del Anuari de Enciclopèdia Catalana

 

milo@blisstopic.com

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