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Alt-JThis is all yoursInfectious 9,2Pop-rock
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Lo bueno de escribir la crítica del nuevo disco de un grupo que no conoces es que puede ocurrir lo que lleva tres días pasándome con alt-J y su “This Is All Yours”: que sorprenda, renueve, consiga alterar el ánimo y llevarlo desde la alegría hasta la nostalgia con una serie de recursos conocidos pero nunca combinados de ese modo, que se quiera escucharlo más y que solo se contenga tanta euforia por lo abrumador de un enamoramiento tan repentino.
Lo malo de escribir la crítica del nuevo disco de un grupo que no conoces es que no se puede hablar de una evolución ni establecer comparaciones con trabajos previos (solo uno, “An Awesome Wave”, en este caso) y, por el contrario, por mucho que moleste a los artistas, se caerá en comparaciones con otros estilos y otros grupos ya conocidos. Pues por ahí empiezo, porque dentro de lo detestable que puedan ser estas comparaciones, solo se me ocurren las mejores: alt-J es un grupo a todas luces británico por su capacidad para encumbrar un género que parece estar todavía por eclosionar. Mezclando indie, rock, electrónica y algo de folk, incluso unos soniditos muy new wave, en “This Is All Yours” le dan una vuelta a todo y lo ensamblan tan bien como ensambladas están estas trece canciones. Cancionazas. A veces suenan a Arctic Monkeys o los Black Keys cuando se ponen serios, un poquito más Portishead cuando se lo toman con calma y bastante Massive Attack cuando caen en el lado oscuro de los sintetizadores; claro que tampoco se pueden olvidar esos motivos como aborígenes que se repiten a lo largo de todo el disco en forma de voces guturales, percusión de ultratumba y xilófonos, que contrastan a su vez con toda esa estroboscopia sonora new wave tan desconcertante.
De tanta mezcla, como si fueran los mismísimos Estados Unidos, surge un conjunto único, una serie de canciones perfectamente hiladas que alcanzan esa dimensión connotativa del arte mediante la que se consigue transmitir emociones prescindiendo de las palabras, limitándose a un lenguaje musical propio que transporta con sus poderosas imágenes sonoras y todos esos detalles cuidadísimos que las perfilan, las sombrean y las hacen brillar según el ánimo mande. Las letras, en este caso, son el complemento para entender a alt-J.
Todo esto es hasta divertido al saber que su líder, Gwill Sainsbury, dejó el grupo antes de la grabación de este nuevo disco. alt-J dijeron que no pasaba nada, que se llevaban bien y pronto anunciaron la salida de esta maravilla. En esa disposición tan ataráxica empieza la “Intro”: unos juegos de voces que como mínimo sorprenden y luego todo se reorienta con una parsimonia deliciosa en “Arrival In Nara”, una especie de reino imaginario (Nara) que marca el avance del disco. “Nara” es precisamente la tercera canción, donde sus giros graves van redirigiendo el piano delicadísimo y los arreglos casi inapreciables de guitarra. Es una canción que tiene un toque trascendental y donde las dos voces se combinan tan bien como el resto de instrumentos. Todo está perfectamente encajado. La producción, de aquí en adelante, resulta bestial para un grupo tan joven. Todo configura una imagen nítida, sólida, que hace pensar en Nara como un reducto de pura imaginación y sentimiento. Entonces, cuando estamos dentro, la cuarta pista se despliega con una serie de pasajes que podrían haber dado lugar a todo un disco de new wave de otro grupo cualquiera. Por primera vez, encuentro algo cuyas reminiscencias tribales (ecos y percusiones) me divierten.
“Left Hand Free” es completamente distinta: rockera y mucho más ligera que las anteriores, da al disco un toque de frescura que cualquier single necesita para que las masas lo traguen a la primera. Es su mediodía; no por alcanzar su cumbre sino por aportar la claridad que tanto se echará en falta más adelante. Todo se nubla con una especie de interludio que más bien parece la música del “Sonic” y después el disco se va poniendo tras las montañas. Se vuelve rojo incandescente con “Choice Kingdom” que, aun manteniendo el optimismo previo, es más pausada, más cautelosa, y oscurece definitivamente con ese tono Massive Attack de “Hunger Of The Pine”. Caja de ritmos y ecos repetitivos que van cediendo ante una melodía de una suave incertidumbre. Esta sí puede ser la cumbre del álbum, el tema con el que se consigue con más concreción esa esfera connotativa que dirige hacia la nostalgia, que incluso nos hace aspirar a la tristeza para poder empatizar todavía más con la música.
Pero de pronto pasa algo: “Warm Foothils”. No cuadra. Es hortera. Alterar palabra por palabra las voces de hombre y mujer suena a show televisivo barato. Las melodías son empalagosas y por suerte todo (los silbiditos incluidos) acaba a tiempo como para no recordarlo. La noche sigue haciéndose más profunda con “The Gospel Of John Hurt”, que recupera ese ambiente aborigen del principio y deriva en “Pusher” para recuperar lo mejor de alt-J en "Bloodflood pt.II", todo un charco de sangre que deja ese mismo sabor amargo. Se ve el sol pero el amanecer se hace terrible volviendo solo a casa. Son cinco minutos hermosos, fluidos, tristes y de reconciliación con uno mismo. Merece la pena detenerse en el camino y ver la luna de cerca antes de dormir ya con “Leaving Nara”. Pero no tan rápido, que este reino propio, este último tema tiene un final mucho mejor de lo que parecía en esa canción oculta, “Lovely Day”, que empieza unos 10 minutos después de que termine “Leaving Nara”.
Dos motivos impiden asegurar que este disco es perfecto: ese desliz que supone “Warm Foothills” y el hecho de no tener la suficiente perspectiva. Entusiasma, pero necesitará tiempo para ver si su cara bonita no es una simple careta y envejece tan bien como nace.

Brais Suárez
Brais Suárez (Vigo, 1991) acaba de estrellarse con su idea de vivir escribiendo aun sin ser escritor. Dos periódicos gallegos se encargaron de dejarle claro que mejor le iría si recordara mineralizarse y supervitaminarse, lo que intenta gracias a colaboraciones esporádicas con algunas revistas y otros trabajos más mundanos que le permiten pagarse su abono anual del Celta y un libro a la semana. Por lo demás, viajar, Gatsby y estroboscopia lo sacan de vez en cuando de su hibernación.
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