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Compound EyeJourney from anywhereEditions Mego 7,5Drones |
Compound Eye es un proyecto que comparten Drew McDowall (Coil, Psychic TV) y Tres Warren (el teclista de Psychic Ills). Un “proyecto de estudio”, dedicado a la improvisación con drones y a la escultura de sonidos, y que da mucho más valor al concepto global –el proceso que es necesario seguir para fabricar un cierto tipo de sonidos- que al desarrollo de canciones en un sentido tradicional. Esto quiere decir que los ocho cortes que incluye “Journey from anywhere” son construcciones abiertas, piezas de vocación paisajista, en las que se mezclan elementos fijos (drones y loops que permanecen inmóviles en el centro de la mezcla, y que le dan al conjunto un aire entre hipnótico y mecanicista) con todo tipo de arreglos y variaciones sutiles, que añaden por encima una extraña sensación de movimiento.
Contado de esa manera, “Journey from anywhere” puede parecer un hueso duro de roer, pero la realidad es muy diferente. Se trata de un artefacto que no tiene miedo en mirar hacia un pasado lejano para buscar sus referencias: el minimalismo más radical (piensen en Tony Conrad o en Pauline Oliveros, por ejemplo) y el sonido que manejaban los pioneros de la cosa electrónica (Laurie Spiegel, White Noise, Morton Subotnick). Pero aunque las fuentes pueden ser obtusas, la manera que tiene Compound Eye de interpretarlas no lo es en absoluto: antes bien, todo el disco está tocado por una extraña luminosidad, una atmósfera psicodelia y ligeramente tóxica, en la que conviven ecos de insectos (McDowall siempre ha reconocido su fascinación por el murmullo de las cigarras), masas de naturaleza líquida (“Archaic atmosphere”), gaitas, harmonios de aire litúrgico –la muy lisérgica “Journey into anywhere”, una de las cumbres climáticas del disco- y sonidos de naturaleza cósmica: afilados e inquietantes en “Cosmic exhaust: the selector” y mucho más amables en un “The outer sphere” que recuerda al Brian Eno de principios de los ochenta. Todo está encapsulado en un disco que parece no pertenecer a su tiempo; una sensación que se multiplica porque todo lo que habita en su interior tiene un origen descaradamente analógico, y porque un extraño aroma a descomposición parece flotar en el ambiente: como si alguien hubiera guardado las cintas originales bajo una montaña de polvo y las hubiera rescatado varias décadas después, para felicidad nuestra.

Vidal Romero
Como todos los antiguos, Vidal Romero empezó en esto haciendo fanzines (de papel) a mediados de los noventa. Desde entonces, su firma se ha podido ver en infinidad de revistas (Go Mag, Rockdelux, Ruta 66, Playground, aB, Era y Clone entre muchas otras) y algún que otro periódico (Diario de Sevilla, Diario de Cádiz). Es también uno de los autores del libro “Más allá del rock” (INAEM, 08) y ha trabajado como programador y productor para ciclos de conciertos y festivales como Arsónica, Territorios o Electrochock (US). Incluso le ha quedado tiempo para ayudar a levantar España ladrillo a ladrillo con lo que es su auténtica profesión: la arquitectura. Es uno de los mejores analistas de música electrónica de este país.