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Wooden  

Wooden Shjips

Back to land

Thrill Jockey

7,5

Psicodelia

Vidal Romero

 

En el principio, Wooden Shjips era una banda que se acercaba a la psicodelia desde una perspectiva oblicua y bastante oscura: más que hacia el cosmos, ellos preferían dirigir la mirada hacia el espacio interior, hacia ese lugar incierto al que sólo se llega mediante la experimentación química, y en el que basta apenas un sutil empujón, apenas un parpadeo, para pasar de la felicidad exultante a la paranoia y la opresión salvaje. Era una época de ritmos obsesivos y marciales, de melodías alucinadas, de teclados que sonaban desafinados, de cascadas de ruido que crecían de forma libre y descontrolada. Era una época de singles imposibles, de largas cabalgadas hacia el abismo, de discos densos y difíciles: un bocado sólo apto para paladares acostumbrados al ácido más extremo.

 

Aquel periodo de oscuridad llegó a su fin con la tercera entrega de la banda, “West” (11), que dejaba entrever generosos rayos de sol entre las densas nubes de distorsión que tejían guitarras y teclados. No significa esto que la banda renegara de la psicodelia, pero sí que relajaron las formas: las canciones se hicieron más cortas, las melodías ganaron en luminosidad, las salidas de tono se domesticaron y el resultado fue un disco disperso a ratos, pero mucho más accesible que los anteriores. Un disco que prefería encapsular influencias de The Velvet Underground, The Modern Lovers y Jefferson Airplane en el interior de pequeñas gemas pop, antes que explorar las aristas más afiladas del sonido patentado por Suicide, 13th Floor Elevators o Spacemen 3.

 

Dos años después, “Back to land” (Thrill Jockey, 13) lleva ese golpe de timón hasta el extremo, con un cancionero aún más refinado y asequible; un cancionero que ya ha dejado atrás las tormentas eléctricas recargadas y las explosiones de paranoia (salvo para puntear algún momento climático, como sucede en “Ghouls”), y que prefiere tallar canciones de espíritu pop, a las que luego añade un envoltorio de psicodelia clásica y minimalista, en la que no faltan ni los ritmos cinéticos ni los teclados atmosféricos, ni las guitarras envueltas en efectos ni las melodías adhesivas. Un auténtico retorno a las raíces y a los ambientes desérticos (en ese sentido, el título del disco es acertadísimo), que según su sello tiene mucho que ver con la mudanza a Oregon del núcleo creativo de la banda, el guitarrista Ripley Johnson y el batería Omar Ashanuddin, y que este servidor no termina de ver clara –pienso que ha tenido mucho más peso la experiencia de Johnson con su grupo paralelo, Moon Duo, un proyecto que siempre ha jugado con esta misma paleta de sonidos y que ha alcanzando cotas de popularidad bastante más altas que las de la banda madre-. Sea como sea, “Back to land” es un disco musculoso y estupendamente trabado, una colección de canciones sin fisuras, que debería aupar a Wooden Shjips a la primera división de la psicodelia. Si es que esa cosa existe, claro.

 

Vidal Romero

Como todos los antiguos, Vidal Romero empezó en esto haciendo fanzines (de papel) a mediados de los noventa. Desde entonces, su firma se ha podido ver en infinidad de revistas (Go Mag, Rockdelux, Ruta 66, Playground, aB, Era y Clone entre muchas otras) y algún que otro periódico (Diario de Sevilla, Diario de Cádiz). Es también uno de los autores del libro “Más allá del rock” (INAEM, 08) y ha trabajado como programador y productor para ciclos de conciertos y festivales como Arsónica, Territorios o Electrochock (US). Incluso le ha quedado tiempo para ayudar a levantar España ladrillo a ladrillo con lo que es su auténtica profesión: la arquitectura. Es uno de los mejores analistas de música electrónica de este país.

 

vidal@blisstopic.com