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The Weeknd Beauty Behind The Madness  

The Weeknd

Beauty Behind The Madness

Universal / Republic

7,5

R&B

Víctor Cañameras

 

Cuentan los más allegados a Abel Tesfaye la súbita metamorfosis que el cantante experimentó entre el final de las grabaciones de su álbum de debut y la salida de éste. Henchido de satisfacción y con ideas suficientes para completar otro disco (algo muy habitual en el si tenemos en cuenta su historial) se encerró con su mentor y principal artífice de su trilogía de mixtapes, Doc Mckinney, a lo largo de dos semanas más en unas nuevas sesiones, pero todo se truncó al publicarse “Kiss Land” y recibir una gélida acogida por parte de la crítica, amen de unas ventas muy por debajo de lo esperado pasada la primera semana. A partir de ahí ruptura total con el productor, desecho de esas grabaciones casi en su totalidad y un cambio temporal de residencia a la soleada California aconsejado por los representantes de su sello Universal Republic. De ahí sale un afortunado featuring en la mejor canción del último trabajo de Ariana Grande y una aportación a la banda sonora de la película de la temporada. ¿Alguna duda de cual era el camino a seguir?

 

 

Notorio es el impacto inicial si eras seguidor del antiguo de The Weeknd ya en su primera estrofa, completamente nítido en su tratamiento vocal con un  sonido pulido y más cercano al R&B moderno de toda la vida que contrasta fuertemente con las vaporosas atmósferas que dominaban sus composiciones hasta la fecha. Lo cierto es que el lugar que antaño lo ocupaban futuristas arreglos o sampleados de Beach House o Cocteau Twins ahora lo ocupan excesivamente trasnochados solos de guitarra o innecesarios puentes como el final a lo big band de “Losers”, pero más allá de esos traspiés el conjunto resulta creíble en su aspecto formal consiguiendo una lograda combinación de ambas trayectorias, como todo artista con aspiraciones al éxito con mimbres sacados del underground que se ve obligado a ceder si no quiere permanecer invisible en las grandes ligas.

 

the weeknd

 

Para muestra un botón, “Real Life” no es la mejor manera de empezar un disco precisamente. Un inicio atropellado que contrasta con los majestuosos comienzos de sus discos anteriores y esa producción que descoloca, casi translúcida que nos retrotrae a un R. Kelly pasado de forma. “Losers” no arregla las cosas para nada, con una colaboración intrascendente de Labrinth y ese final anteriormente mencionado (¿tendrá algo que ver que su A&R actual sea un ex The Mighty Mighty Bosstones?) pero, ¡ah amigo!, con “Tell Your Friends” empiezas a ver la luz. Un poderoso juego piano-batería y la mano del Kanye West más para todos los públicos (punteado con autotune inclusive) consigue una de las mejores canciones del conjunto. A partir de ahí las ya conocidas “Often” y “The Hills”, donde podríamos decir que retomamos al Abel de toda la vida salvando las distancias. “Acquainted” contiene un pequeño secreto: Como demostración de intenciones en el puente final recicla un tema previamente filtrado (“Girls in the 90’s”) remozándolo con su nuevo estilo para disgusto de sus die-hardcore fans; luego vienen las archiconocidas “Can’t Feel my Face” (apuesta personal: clara aspirante a ocupar tardíamente en nuestro país el lugar de canción de la temporada como en su día sucedió también con “Hey Ya” o “Crazy” ¡Spain is different!) y “Earned it” (jamás Michael Jackson sonó tan bien con orquestación). Entre medias “Shameless” recurre a una guitarra acústica como base principal al estilo de “Live For” de su anterior disco, dando paso a “In the Night” donde la sombra de Jacko es más alargada que nunca. “As you are” junta de nuevo sus dos facetas, una primera parte comercial y una segunda donde se muestra torturado alargando el tramo final como en los viejos tiempos, mientras que en el featuring de “Dark Times” con Ed Sheeran habla de una noche de juerga con éste usando imágenes explícitas y en “Prisoner” nos ofrece su concepto de “torch song”, que mejor que acompañado por Lana del Rey para expresarnos su angustia por el camino que ha escogido vivir. Para el final vuelve a las andadas con “Angel” y un riff de guitarra dominando toda la canción combinado con arreglos de cuerda en otro claro ejemplo de épica mal entendida.

 

 

Quien piense que el canadiense se ha tomado este trabajo como un disco de transición lo lleva claro. Para nada ha cambiado un ápice su escritura (sigue evocando batallitas sexuales por doquier y jugando con la analogía drogas/amor) con evidentes referencias al “squirting” o la cocaína, aunque en ocasiones muestre un cierto refinamiento en el aspecto lírico (esas interpolaciones a su lengua etíope ancestral), y esa mezcla de  temas cargados de bajos y sonidos contundentes con medios tiempos armados con piano o guitarra le funciona a la perfección para no crear sensación de monotonía. Está claro que tener a un hit-maker como Max Martin de pigmalión ha facilitado las cosas y ese tono vocal al que no esta dispuesto a renunciar le ha metido en los reproductores de medio mundo (aunque no lo veo haciendo canciones para salvar el Amazonas, francamente) en pos de la fórmula del triunfo, consciente de a qué debe renunciar (baste recordar “The Morning” al inicio de su carrera, “All that money, the money is the motive” cantaba en el estribillo). Me temo que, por mucho que le duela a sus haters, este es el verdadero Abel y va para largo.