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Gabi  

Gabi

Sympathy

Software

8

Anna Caragnano & Donato Dozzy

Sintetizzatrice

Spectrum Spools

8,5

Pop experimental

Vidal Romero

 

Aunque se trata del más antiguo de todos los instrumentos, el más utilizado y el que tiene (sin duda) más posibilidades, la voz humana sigue siendo un recurso al que se le saca poco partido en las distintas esferas de la música experimental. Su presencia en discos y canciones es recurrente, es cierto, pero también es verdad que los artistas suelen quedarse en la superficie, manejando sencillas alteraciones melódicas y de pitch, cut-ups o descontextualizaciones tímidas; soluciones que de manera inevitable remiten a formatos clásicos y a géneros reconocibles como el soul o el pop. O dicho de otra manera: mientras que existen legiones de músicos y productores dedicados a maltratar y manipular instrumentos como el piano, la guitarra eléctrica o incluso la batería, la voz parece condenada a mantener un curioso estatus de intocabilidad, presa tal vez de ese papel protagonista del que ha disfrutado durante tantos años.

 

Por supuesto, esto no quiere decir que no existan francotiradores que hayan utilizado la voz desde posiciones poco habituales o inesperadas por completo: una lista a vuelapluma debería incluir desde los terroríficos experimentos guturales de Diamanda Galás a los fraseos sobrenaturales de Lisa Gerrard, pasando por las vaporosas formas vocales que Liz Fraser inventaba para Cocteau Twins, el catálogo de deformaciones que Jamie Lidell exhibía en discos como “Muddlin gear” (00) –antes de descubrir que el soul de hechuras clásicas resultaba mucho más rentable-, los intangibles juegos armónicos que levantaban las hoy olvidadas Miranda Sex Garden o, de manera más reciente, los collages de espíritu concreto que fabrica Holly Herndon. Todos ellos, párense a pensarlo, artistas a los que se considera como auténticas rarezas.

 

Las últimas en sumarse a tan particular club son la estadounidense Gabrielle Herbst (aka Gabi) y la italiana Anna Caragnano, dos artistas que tienen en común un pasado ligado a la música culta (la primera incluso ha escrito una ópera) y que han sabido dar forma a discursos en los que la voz busca acomodo en entornos experimentales, aunque sin dejar de lado un cierto (y extravagante) latido pop. Sobre todo (lo del pop) en el caso de la primera, que ha grabado un “Sympathy” a medio camino entre la música de cámara, el ambient espectral y el jazz vocal de los sesenta. Algo que puede parecer disparatado sobre el papel, pero que funciona a la perfección en canciones como “Fleece”, que apenas necesita siete minutos para tejer un denso mosaico de sonidos en los que se mezclan drones, pianos, instrumentos de cuerda, metales, un sinfín de capas de voz realizando todo tipo de arreglos y sonidos extravagantes, y un glorioso estribillo que aparece de la nada. “Fleece” es uno de los picos climáticos de un disco de instrumentación deshilachada y estructuras inestables, que parecen mutar para mejor arropar las evoluciones vocales de Herbst; una cantante que en una primera escucha puede parecer que pisa terreno conocido (Björk, Julia Holter, Anja Garbarek), pero que en sucesivos acercamientos va revelando un universo propio y misterioso, cuyas distintas facetas se van revelando a medida que el disco avanza.

 

SP038-350 

 

Aún más radical, aún más interesante, “Sintetizzatrice” también utiliza una voz, la de Anna Caragnano, como piedra maestra desde la que construir un mundo particular. Un mundo cuyo arquitecto es Donato Dozzy, un productor romano al que le gustan por igual el techno bañado en frecuencias acidorras y el ambient cósmico, y que posee un sexto sentido a la hora de mezclar loops interminables y melodías envolventes. En “Sintetizzatrice” (un palabro inventado que vendría a significar el femenino de “sintetizador”) su estrategia es parecida a la que utilizó Alva Noto en el excelente “Insen” (05), solo que cambiando el piano de Ryuichi Sakamoto por la voz de Caragnano. Es decir, grabar esa voz en diferentes situaciones (hablando, cantando, musitando e incluso respirando) para luego manipular esas fuentes y dar forma a canciones completamente nuevas. Canciones tocadas por un halo espectral y por una extraña espiritualidad (basta escuchar cortes como “Luci” para sentir un escalofrío en la piel), que van haciéndose más densas y misteriosas a medida que las canciones se suceden y el grado de manipulación aumenta. Un progresión que alcanza su punto álgido en la pareja que conforman “Parola” y “Festa (a Mottola)”: la primera una pista de clara inspiración techno, en la que ritmos y melodías se sustituyen por ruidos de naturaleza gutural, y la segunda una revisión fascinante de una canción tradicional italiana, en la que la voz explota en multitud de direcciones diferentes. “Conclusione”, un último ejercicio en el que los samples vocales están tan deformados que casi parecen tener una naturaleza acuática, completa un disco de belleza magnética y ultraterrena

 

 

Vidal Romero

Como todos los antiguos, Vidal Romero empezó en esto haciendo fanzines (de papel) a mediados de los noventa. Desde entonces, su firma se ha podido ver en infinidad de revistas (Go Mag, Rockdelux, Ruta 66, Playground, aB, Era y Clone entre muchas otras) y algún que otro periódico (Diario de Sevilla, Diario de Cádiz). Es también uno de los autores del libro “Más allá del rock” (INAEM, 08) y ha trabajado como programador y productor para ciclos de conciertos y festivales como Arsónica, Territorios o Electrochock (US). Incluso le ha quedado tiempo para ayudar a levantar España ladrillo a ladrillo con lo que es su auténtica profesión: la arquitectura. Es uno de los mejores analistas de música electrónica de este país.

 

vidal@blisstopic.com