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Purity-ring  

Purity Ring

Another Eternity

4AD

7,7
Dream electric pop

Albert Fernández 

 

La otredad. Esa extrañeza, la puerta abierta de par en par a una dimensión diferente, con premisas acústicas, físicas y mentales alteradas, son los pilares ingrávidos sobre los que orbita el nuevo disco de Purity RingSe han tocado con delicadeza elementos puntuales, se han deformado pautas y aplicado las pátinas adecuadas para que el segundo disco del dúo de Edmonton, Alberta, suene diferente a su abrumador debut, "Shrines" (4AD, 12), y se ha logrado alcanzar esa estela de universo propio, íntimo y diferente.
 
El nuevo cancionero de los canadienses se diluye entre gotas básicas de sonido, apelando a una suerte de densidad ligera, un sonido de tejido más grueso que el de su predecesor, pero cosido con el mismo sentido estético, elevado y sofisticado a la enésima, para seguir propulsando destellos de ese 'pop del futuro'. Todos esos beats, bajos r&b, bases sincrónicas y fraseos alienígenas emulsionan con extremada sensibilidad, y conjuran una hermosura sintética, etérea, que envuelve a quien escucha y lo eleva hasta estados alterados de conciencia. 
 
Es fácil dejarse llevar por el latido de "Heartsigh", que ya delata unas pulsaciones diferentes y alucinadas. Los saltitos emocionados del estribillo de "Bodyache" promueven un baile robótico y simétrico, alcanzando las cimas de un álbum que resplandece por encima de todo en los dos singles de avance: la belleza tililante de "Push pull" podría encoger la caja torácica del leñador más fornido, porque la voz de niña herida de Megan James te cala hasta lo más hondo del hueso. Y "Begin again" enciende una melodía de vértigo e ingravidez, que se nos lleva tan lejos que parece imposible que podamos volver. 
 
 
 
La voz de James se ha afinado hasta un hilo de tonos altos y sobrecogedores, envueltos en un miasma de reverberaciones y bases propulsoras, o vapores ambientales que promueven una suerte de dulce evasión mental, tránsitos que convierten el viaje del disco en una aventura alucinante. La voz del dúo, así como el sonido en evolución de la banda, les sitúa bien arriba en un olimpo de figuras pujantes de la electrónica, a medio camino entre la maestría ajena, outsider y electrónico-fundamentalista de una Jessy Lanza o una George Maple y la accesibilidad pop que encontramos en el sonido de Chvrches, Aluna George o Lorde.
 
Con todo, pasa que a menudo cuesta seguir adelante cuando uno lleva cierto tiempo escuchando el disco. En ciertos tramos, "Another eternity" se pierde en derroteros algo menos lúcidos, más repetitivos, y hay momentos donde el sonido se pierde en ondas pseudo-estáticas y androides. La dulzura extrañada de Purity Ring transmite también un grado de ansiedad creciente. La ambivalencia entre la luz cegadora y trazos de oscuridad que nos sumergen en sombras abisales es uno de los grandes rasgos del disco. Estamos ante un cancionero de alquimia tan perfecta y medida, uniforme y homogénea, que corre el riesgo de saturar. Tal vez sea porque la que aquí se trata es una belleza hiriente, capaz de alcanzar algo que está bien adentro de ése tonto que escucha.  
 

Albert Fernández

En el desorden de los años, Albert Fernández ha escrito renglones torcidos en publicaciones como Mondo Sonoro, Guía del Ocio o Go Mag, tiempo en el que ha tenido oportunidad de ir de tapas con Frank Black o escuchar a Patrick Wolf bostezar por teléfono. Además, ha sido jefe de redacción de las secciones culturales de H Magazine, y ha aportado imaginación tras los micrófonos de Onda Cero, Cadena Ser y Scanner FM, donde facturó la sitcom musical de creación propia “2 Rooms”. Aunque sabe que no hay lugar mejor que aquel de donde viene, a Albert no le hubiera importado nacer en Gotham City o en el planeta Dagobah. Con tendencia a la hipérbole y a la imaginación desatada, Albert sigue buscando el acorde que dé la vuelta a sus días.

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albert@blisstopic.com