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Kings of LeonMechanical bullRCA / SonyBMG 6,3Rock sureño pero universal |
Sexo, drogas y rock and roll... Hubo un tiempo –seguramente vosotros no lo recordaréis, porque erais muy pequeños–, antes del SIDA y antes de las demandas por incumplimiento de contrato y antes de que U2 convirtieran sus conciertos en parques temáticos de Naciones Unidas, hubo un tiempo, decía, en que el último elemento de esa santísima trinidad aparecía acompañado sí o sí de alguno de los dos precedentes. Y que no se me malinterprete: servidor es el primero que babea ante el orden, el rigor y la seguridad de unos Wilco, por ejemplo, tal y como jamás haré apología de la irresponsabilidad venérea o de esa búsqueda de paraísos artificiales que tan directamente suele abocar al drama personal y familiar. Pero, amigos, se echa a faltar la actitud asociada, la sensación de peligro, la reacción paterna de encerrar a las hijas adolescentes cuando el rockero de turno llega a la ciudad.
Y, por mucho que Kings of Leon no representen el acabose respecto a esos parámetros, hubiera sido una lástima que el incidente del 27 de julio de 2011, cuando la borrachera de Caleb Followill obligó a suspender a mitad de concierto su visita a Dallas, hubiese representado el final de una propuesta tan razonablemente pegajosa, excitante y masiva (cuando lo entrevisté en el ya lejano noviembre de 2004, Jared Followill me obsequió, constato ahora, con un momento de visionaria lucidez: “La mayoría de predicadores tienen un pasado. Como mi padre, tuvieron líos de drogas o fueron alcohólicos o se metieron en muchos problemas. Tensan tanto la cuerda que acaban regresando al punto de partida. Así es como mi padre se convirtió en un predicador. Y es lo mismo que podría suceder con Caleb”). Toda vez superado el bache, pues, los (ya no tan) chavales de Nashville han regresado con un álbum que bien cabría asociar, sin por ello contradecir lo hasta aquí planteado, con el concepto de madurez. Porque este “Mechanical bull”, si bien no busca descabalgar a nadie, sabe controlar sus esfuerzos, no decae en ningún momento, logra sonar con la honestidad y oficio marcas de la casa, y camufla sutilmente las efervescencias más adolescentes de antaño. La respuesta, pues, sigue siendo la misma: no por mucho escuchar a los Followill dejaré que salgan alguna noche con mi hermana.

Milo J. Krmpotic’
Milo J. Krmpotic’ debe su apellido a una herencia croata, lo más parecido en términos eslavos a una tortura china. Nacido en Barcelona en 1974, ha publicado contra todo pronóstico las novelas “Sorbed mi sexo” (Caballo de Troya, 2005), “Las tres balas de Boris Bardin” (Caballo de Troya, 2010), “Historia de una gárgola” (Seix Barral, 2012) y "El murmullo" (Pez de Plata, 2014), y es autor de otras tres obras juveniles. Fue redactor jefe de la revista Qué Leer entre 2008 y 2015, y ejerce ahora como subdirector del portal Librújula. Su firma ha aparecido también en medios como Diari Avui, Fotogramas, Go Mag, EnBarcelona, las secciones literarias del Anuari de Enciclopèdia Catalana…
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