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FKA TwigsLP1Young Turks 8,2Pop / R&B Futurista |
Érase una vez una niña pequeña perdida en un pueblo ignoto de difícil pronunciación del medio de Reino Unido, pongamos Gloucestershire. De padres divorciados con procedencias jamaicana e hispana, una vez adolescente la joven Tahliah era algo así como el bicho raro del que todos pasaban en la escuela, rodeada de gente de piel rosada y con unos gustos adquiridos vía materna exquisitamente refinados para alguien de su edad (Eartha Kitt, Tania Maria, Ella Fitzgerald), en las antípodas de los de sus compañeros de clase en pleno fenómeno boy/girl-band. Pero cuando la chica se subía a un escenario todo cambiaba, su asombrosa habilidad bailando destacaba por encima de su apariencia frágil (tanto es así que la apodaron “twigs” (“ramitas”) por su endiablada manera de mover las piernas) y sus primeros pinitos cantando asombraban a quien la escuchaba. Estaba claro: Esa chica iba a ser especial. Harta de ser la incomprendida no tardó en huir a la gran ciudad al cumplir la mayoría de edad y patearse la city en castings y salas de baile, buscando una oportunidad que no tardaría en llegar de la mano de Tic Zogson, co-fundador del sello Young Turks, miembro actual de su banda y conspirador en la elaboración del sonido de su tarjeta de presentación, “EP1”, publicado en 2012 a modo de “white label”.
Gracias al runrún de los medios y, sobretodo, a un segundo Ep, “Ep2” (Young Turks, 2013), producido por el venezolano Arca donde las aristas de su sonido se endurecían sustancialmente acorde con sus estrambóticos videos y una cuidada presentación gráfica controlada por ella misma, empieza a estar en boca de todos, hasta el punto de tener que cambiar su nombre por motivos legales añadiéndole las siglas de “antiguamente conocida como”. Fiel a su carácter inconformista y su autodidacta modus operandi está decidida a hacer las cosas a su manera y a sus 26 años asume las riendas de la producción de su primer larga duración con la colaboración de lo mejor de los dos mundos: El mainstream con Emile Hayne (Lana del Rey), Paul Epworth (Adele), Joel Compass (Cheryl Cole) y el underground: Sampha, Clams Casino, Dev Hynes de Blood Orange contando, eso sí, con la supervisión de sus dos fieles escuderos en ambas producciones anteriores. Lejos de influenciarse por ellos ha impuesto su criterio en una obra de pop sintético y ritmos de R&B futurista, en la que mediante una producción rica en detalle (el disco cobra una vida extra a través de auriculares) profundiza en su exorcización de demonios interiores exponiendo sus sinsabores en relaciones de pareja carentes de éxito.
“LP1” comienza expiando las culpas: “Amo a otro y por eso me odio a mi misma” recita una y otra vez en “Preface” con tono casi operístico, mientras el beat se retuerce y se arrastra a lo largo de la canción. Todo lo contrario que en “Lights On” donde éste, con un inicio deudor del “Calling You”de Jevetta Steele, está dominado por una tenue base de bajo acústico para hacernos saber con su característico falsete lo mal que lo ha pasado con aquellos que guardan una doble cara en la intimidad. El mismo tono sosegado se extiende a lo resto de todo el álbum, cimentado a base de múltiples capas de ruidos contrarrestadas con el colchón que proporciona su casi susurro, dotándolo de una sofisticación sonora digna de unos primerizos Portishead (la atmósfera de “Closer” es buena prueba de ello) convirtiéndose en el sucedáneo perfecto no sólo para aquellos desheredados del trip-hop, sino a los de sonidos más recientes y dispares como los de James Blake, The Weeknd o The XX con evidentes puntos álgidos como el coro final de “Pendulum” con la base, la voz y el punteo funk unidos en una orgía de sensualidad al alcance de un Prince del siglo XXI en pleno estado de forma. Tras rememorar en “Video Girl” su etapa de codiciada bailarina para stars del calado de Kylie Minogue o Jessie J, siguen los reproches con piezas de corte eminentemente elástico como “Numbers” (“¿Era sólo un número más para ti?”), “Give Up” (“No voy a dejar que abandones”) hasta llegar a la magnífica “Kicks”, estratégicamente situada, donde la aparente necesidad inicial sexual de la pareja es suplida al final por medios propios de manera totalmente satisfactoria. Tras su engañosa fragilidad FKA twigs deja claro que no necesita a nadie y, al igual que su timidez transmuta en poderío en sus representaciones de cabaret “burlesque” en Londres, traslada su particular propuesta consciente de no tener un sonido fácil que, aún suavizado respecto a lo propuesto en los EPs, sigue conservando esa aura intransferible, ajena a los canales comerciales que comparte con otras féminas de su generación como Jessie Ware o Janelle Monáe. Y colorín colorado… bueno, todavía es demasiado pronto para eso.