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skrillex  

Skrillex

Recess

Big Beat

7

Post-brostep 

Antonio Bret

 

Oh, Dios mío del amor hermoso, Skrillex ha sacado un disco, un LP, un larga duración, una cosa de esas que ya casi ni se escuchan de un tirón. ¿Pero como? ¿El primero? ¡¡Pero si el tipo este lleva dando por saco millones de años!! Pues sí, Skrillex ha sacado su disco de debut. Lo de antes eran EPs y remezclas y vete tu a saber cuanto más. Skrillex ha sacado un disco y eso, señoras y señores, mal que les pese a muchos, es un acontecimiento. Es, casi, el acontecimiento musical del 2014. Skrillex ya es historia. Es un trilero, un vendehumos, un farsante, un aprovechado, un parásito. Con esa cara dan ganas de darle hasta en el carné: esas poses de gótico atormentado, ese medio lado de la cabeza afeitada, las dilataciones. ¿Pero de qué vas, Skrillex? Todo eso es Skrillex. Y se nos olvida decir que también es un tío listísimo, vio un nicho de mercado en los USA, esa ausencia de garruleo electrónico que ya se vivía en la UK desde los 90, las raves, esos sitios peligrosos donde un maloliente de sobaco peludo se abraza a ti como si fueses su abuela el día de su comunión (Esto me lo chivó esa enciclopedia musical andante que se llama Vidal Romero y al que, desde aquí, le mando un gran beso). Y manos a la obra se puso: como un Tarantino del todo a cien se puso a retorcer bajos abisales, los conjuntó con ritmos hip hop, les metió electro, lo mezcló con subidones del trance y el progressive y el conjunto fue una sopa de sobras que llenaba tan rápido como un chute de speed. Y era una mierda, claro, pero como subía. Sabíamos que su sonido no era algo bueno ni bonito. Digamos que se asemeja bastante al engranaje de un Transformers hasta arriba de Ketamina. Y triunfó. Madre mía que si triunfó. Desde el grunge no se ha visto una revolución musical igual. Que sí, claro, que el grunge es mucho más respetable, pero cuando en una macrodiscoteca suena un tema de Skrillex... el peligro se huele, todo el mundo se engorila y las encías empiezan a sangrar. A las muchachas se les empiezan a escurrir las bragas hasta las rodillas y los sobacos apestan más que nunca. A eso se dedica Skrillex: hace música (o como queráis llamarlo) para los genitales. No es Satie, no es un tipo que busques cuando estás en el Starbucks mientras lees “La espuma de los días”. A Skrillex se va a follar, a mear y a cagar, a escupir y a vomitar. Ah, el disco. Allá voy.

 

En "Recess", que así se llama su primer disco, se le ven las ganas al muchacho de hacer cosas diferentes a esas que él llama Brostep, que es el dubstep de toda la vida, pero con la actitud de un heavy metal: esos drops que emulan los riffs de AC/DC y que, una vez más, lo que quieren es estimular el bajo vientre del personal mientras mandibulea. Aquí en "Recess" vemos el primer acercamiento al rave puro, sin brosteps ni mierdas. Y claro, tuvo que ser con Diplo y esa brutalidad llamada "Dirty Vibe": una ametralladora de sampleos vocales en un infierno de drops realmente enfermizo; En "Fuck That" asoman graves que no escuchaba yo desde aquel "Modus Operandi" de Photek y que me retrotraen a los primeros Prodigy. Sí, claro, hay brostep, no se vayan a enfadar los fans, pero es lo que menos importa de "Recess". Ahí está el drum and bass cálido de "Coast is Clear" junto a Chance the Rapper, en el que se atreve incluso a meter vientos y pianos jazzísticos que recuerdan a las cositas bonitas que hacían 4Hero y LTJ Bukem. O las incursiones a lo Aphex Twin de "Doompy Pomp", que es un puro collage noventero. O el coqueteo con el psytrance de "Stranger". O el brostep moruno que se marca con el tema de Niki And The Dove “DJ Ease My Mind”. Pero lo que más descoloca es el tema final, “Fire Away”. Es, seguramente, lo más cerca que ha estado Skrillex nunca de hacer un tema dubstep de academia, sin mierdas circenses, bonito, emotivo, del que seguramente Burial esté muy orgulloso.

 

Con "Recess", Skrillex va a seguir dando motivos para que sus haters se acuerden de su madre y su padre. Su público seguirá con los ojos vueltos pegando botes con sus drops y sus subidones. Y el resto, verá a un farsante con ganas de que se le tome en serio, aunque moderadamente, no vaya a ser que haciendo música de pensar gane menos dinero, o tenga en su camerino menos drogas y menos groupies. A mi, para hacer footing, me viene que ni os cuento.

 

Antonio Bret

Nacido hace 36 años en el sur de España, Antonio Bret estudia producción de cine y TV pero se dedica, durante dos años, a contar historias de copleros en “Se llama Copla” de Canal Sur. Cinéfago y heterosexual solo de cintura para abajo, es fan de Lucio Fulci, David Cronenberg, Hayao Miyazaki y Mónica Naranjo. También es adicto a los one hit wonders de los 80 y el porno de los 70. Rechaza la depilación púbica y quiere abrazar, un día, a Phil Collins