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Mundial: Día 10

Alemania es humana; Messi, no tanto

 

Textos de Milo J. Krmpotic, Santiago García Tirado y Rodolfo Santullo.

Fotos Fifa.com

 

Argentina, que en cualquier dimensión debería ser Messi y diez más, fue durante muchos minutos Romero y diez más por culpa de la calculadora de Sabella y el desparpajo de una selección iraní que exigió al arquero de Misiones en tres clarísimas oportunidades... hasta que, en el minuto 91, la lógica volvió por sus fueros con un golazo de rosca del 10. Al rato, Miroslav Klose hizo historia al empatar con el bueno de Ronaldo (Nazario, el brasileño, el de los piños separados) como máximo realizador de las fases finales mundialistas, pero su tanto “sólo” sirvió para que Alemania empatara a su vez con Ghana tras un encuentro de esfuerzo generoso, jugado de área a área, donde cualquiera de los dos hubiera podido ganar y, por tanto, la “Mannschaft” extravió parte del crédito adquirido frente a Portugal. Y, en el enfrentamiento que cerró la jornada, Nigeria mandó a Bosnia a casa con un triunfo por la mínima.        

 

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Argentina 1 – Irán 0

(Messi 91’)

Si Alejandro Sabella conociera la historia clásica (o por lo menos leyera cómic norteamericano, incluso con que tan sólo viera superproducciones de Hollywood), posiblemente sabría de la batalla que allá por el 480 a.C. tanto se le atragantó a Jerjes I, antepasado en términos directivos de los actuales ayatolás. Sucedió entonces que los aliados griegos decidieron hacer frente al invasor persa en el paso de las Termópilas, donde, ayudados por la geografía del lugar, 7.000 hombres (incluyendo finalmente a los famosos trescientos espartanos y a otros setecientos pobres tespios que se han visto ignorados por la historia) contuvieron durante siete largos días a un ejército de 300.000 (y hay quien multiplica ese número por diez, posiblemente el encargado de cubrir para TVE el primer paseo real de Felipe VI por las calles de Madrid). ¿Y cómo superaron los persas ese embudo? Pues entrando por la banda, amigo mío, entrando por la banda.

Aunque no cayó en la herejía de la primera mitad de su debut bosnio (cinco defensas y Mascherano como organizador, en un dibujo que por momentos rozó el 6-0-4), Sabella se quedó anclado en la “solución” de aquel segundo tiempo: Gago. Con ello, su mejor extremo, Di María, volvió a verse condenado durante largas fases a la condición de volante, mientras que su superarmada de delanteros (Agüero-Higuaín-Messi) se ahogaba una y otra vez en el cuello de botella de la frontal del área. Fue así que, de las cuatro oportunidades albicelestes durante los primeros 45 minutos, tres consistieron en cabezazos a pelota parada de sus defensores (Rojo-Garay-Fernández) y la última, la mejor, en un pase desde el lateral de Gago para un desmarque diagonal de Higuaín que Haghighi detuvo con el rabo.

Y a Sabella, créanme, lo llaman “Pachorra” por algo.

Viendo que nada cambiaba en el bando sudamericano, Irán decidió que le daba incluso para ir a por los tres puntos. Imaginen ustedes a Leónidas mirando a lado y lado en el fragor de la contienda, decidiendo que la cosa está controlada y saliendo a darse una vuelta por la tienda de Jerjes, donde se conoce que estaban las mejores minas y los efebos más depiladitos (cuando menos en la película). De modo que “Chiquito” Romero sí tuvo que prescindir de su mote y volverse grande, inmenso, para detener tres acometidas rivales y responder con una mano sencillamente prodigiosa a un cabezazo de Dejagah. Los de Queiroz, a la vez, comenzaron a dejar espacios, cosa que Argentina agradeció pero tampoco tanto, con una falta escorada que Messi lanzó al lateral de la red como mejor ocasión... hasta que el mismo Leo, posiblemente no inspirado por la lectura de Heródoto pero sí por el sexto sentido de los grandes del balompié, fue a buscar un balón a la esquina derecha del área, se orientó de fuera hacia dentro (no de dentro hacia dentro para dentro desde dentro) y disparó con gloriosa rosca al palo largo: 1-0 sobre la bocina y victoria sin grandeza para un equipo seriamente desequilibrado, empeñado en ahogar sus virtudes y buscarle las cosquillas a sus defectos, encomendado a la seguridad de su 1 y la genialidad de su 10, que deberá crecer bastante para hacerse acreedor de participar de la historia de este campeonato. Milo J. Krmpotic’                   

 

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Alemania 2 – Ghana 2

(Götze 51’ Ayew 54’, Gyan 63’, Klose 71’)

Estoy pensando todo el tiempo. Pienso que Estados Unidos no hizo tanto para vencer sobre Ghana en su primer partido en el grupo G. Que Portugal no fue tan inferior a Alemania como cacarea ese 4-0 del otro partido del grupo. Estoy pensando que en Alemania hay un tipo que se llama Boateng (Jerome), y que en Ghana hay un tipo que se llama Boateng (Kevin-Prince), que ambos juegan en la Bundesliga y que, en un lance del encuentro, saltan a la vez y recuerdan los comentaristas que sí, son hermanos los Boateng. Me da por pensar que todo esto es muy dickensiano, y que con algo de ficción y pasiones elementales hasta daría para una novela piscinera, y me guardo el apunte. Pienso todo el tiempo, y luego existo. Pienso que hoy es el día más largo del año, y con razón me sobra tiempo para pensar.

Mientras tanto, en una realidad paralela, el partido se ha instalado en una tonalidad emocional alta/muy alta. Los ghaneses juegan como alemanes, con un orden disciplinado sin permitir que eso merme su creatividad. Se mueven raudos, triangulan, rompen líneas en ocasiones y disparan con muy mala uva. Neuer tiene que sacar el escudo muchas veces y a poco que se descuide se lo van a abollar. Entre los alemanes, Lahm mantiene en forma la visión periférica y logra colar balones mortíferos a los delanteros. Por su parte, Kross se muestra muy activo recuperando balones, dando asistencias, esperando que haya un descuido en la zaga ghanesa. Pero no, Ghana no parece confiarse nunca. Y, si hay contragolpe, siempre logra llegar arriba para crear situaciones de mucho peligro.

El tiempo hoy me desconcierta con su elasticidad. Se producen tantas oportunidades en un terreno y en otro, tantos lances, tantos disparos, que me atrevería a afirmar que la primera parte ha durado tres horas. Entonces ocurre esto: el juego se reanuda y, en apenas seis minutos, Götze hace un gol, un gol germánico, de empuje (literal) con todo el cuerpo-cualquier-parte-del-cuerpo. Ghana le responde con otro gol cuatro minutos después: un gran cabezazo de André Ayew. Diez minutos después, Ghana vuelve a adelantarse: un saque de córner es contestado de cabeza por Asamoah Gyan. El técnico alemán saca del campo a Khedira, y mete a Schweinsteiger; retira a Götze y da entrada a Klose: un minuto después, el propio Klose firma el último gol. El tiempo se ha plegado sobre sí mismo, y todos los goles del partido han llegado en apenas veinte minutos. Me ha parecido el tráiler de un partido largo e intenso, en un día especialmente inabarcable. O ha sido el solsticio, o ha sido la cerveza. No hallo cómo explicarlo.

Habrá que mantenerse expectantes ante el Estados Unidos-Portugal, pues el grupo G parece atesorar nuevas sorpresas. En los equipos que llegaban como débiles abunda la soberbia, y eso desconcierta a los que por una razón o por otra se consideran por encima del resto. En el caso de Portugal existe dolor por el primer fracaso, y tal vez esté deseando pagar su frustración con Estados Unidos. Y Ghana, que no ha recibido ayuda de nadie, ahí está, pura fuerza física, chispa y creatividad para seguir diciendo mucho en este Mundial. Si el tiempo se comporta y deja de estirarse y encogerse a capricho, le corresponderá una buena porción de futuro inmediato.

Los escritores futboleros no reposan: Edmundo Paz Soldán hace en Twitter una lectura del encuentro: “Ghana no es Portugal”. Y añade: “Meterle de cabeza a los alemanes debería valer por dos”. Es tema para una distopía, agrego. Desde N.Y., Teju Cole (uno de los más activos durante el Mundial) dice en los últimos compases: “No hay ateos en el min. 85”. Y veo en la televisión a un tipo con una mitra y una cruz en la mano rogando a algo o a alguien por el triunfo de Ghana. A lo mejor mañana me acuerdo de Santiago Roncagliolo y hablo de la necesidad de contener los alocados impulsos de los escritores por astillar su propia imagen. Ha dicho que es Fred Astaire, La Roja. Otro al que se le enreda el tiempo. Santiago García Tirado

 

mundial10d

 

Bosnia 0 – Nigeria 1

(Odemwingie 29')

La décima fecha tiene (al menos para mí) algo de meseta en cuanto a interés. Diez días a todo fútbol, con un mínimo de tres partidos por día, hace que uno genere (o así lo quiera creer) un paladar negro en cuanto a la oferta de los partidos y prentenda empezar a ver los mejores, aquellos que brinden la mayor emoción. Pero este Brasil 2014 tiene entre sus caracteristicas ya innegables la de la imprevisibilidad y es realmente imposible poder saber qué partido será bueno, quien ganará o quién llega como favorito.

Y así, en una fecha donde Argentina gana apenas al tiempo que decepciona (aunque clasifique ya a la segunda fase), la Alemania que parecía que se comía a los niños crudos logra apenas un empate y Nigeria elimina a Bosnia, a pesar de que en su primer partido no había mostrado absolutamente nada.

Pronto se cumple otra de las caracteristicas innegables de este Mundial: la polémica. Minuto 20 y gol anulado para Bosnia por supuesta posición adelantada de Dzeko. La reiteración parece mostrar otra cosa...

El partido avanza indolente e indiferente, hasta que Peter Odemwingie convierte al minuto 29. Una vez más, le tocaba a Bosnia correr de atrás y una vez más mostraba su incapacidad para ello. Control del partido y de la pelota, sí, pero cero explosión, verticalidad u ofensiva. Y así, los minutos pasaban, Bosnia no generaba peligro y, para colmo de males, en cualquier momento Nigeria se lo liquidaba de contragolpe.

El segundo tiempo encontró, ahora sí, a una Bosnia decidida a empatar (supongo que es lo que pasa cuando uno saca cuentas de repente y nota que, sin al menos un punto, uno suele quedar fuera del Mundial) y ahí se dio la tercera y última caracteristica innegable: la emoción. El segundo tiempo fue vibrante, de ida y vuelta, y no faltaron oportunidades, tanto de empate como de aumentar la ventaja.

Pero finalmente ese 1 a 0 fue el resultado. Bosnia remarcó nuevamente su falta de explosión, de determinación para dar vuelta al partido. Nigeria, sin mostrar mucho, se acomoda con 4 puntos como segundo del grupo y liquida posiciones frente a la dubitativa Argentina en la última fecha.

Imprevisibilidad, polémica y emoción. No hay caso. Este Mundial ofrece de todo, en todos sus partidos. Rodolfo Santullo

 

Redacción

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