FC Barcelona 6 -
Rayo Vallecano 0
ENTRE COPAS
Fotos LFP
El fútbol debería ser siempre como este partido: una exhibición, una fiesta, un espectáculo que sobresale de la mediocridad, una sucesión de momentos que empujan al entusiasmo, un coro de alaridos que invitan a brindar, algo que se eleva para despegarnos de la rutina. Para el aficionado del Barça, la temporada venía siendo un especie de sopor inconformista, con el equipo cumpliendo la mayoría de trámites apelando las más de las veces a gestos prácticos o a la simple jerarquía de los nombres de la plantilla, pero transmitiendo un reguero de sensaciones planas, horadadas por unas lagunas inherentes que bien podrían suponer su condena a partir de febrero, el mes frío en que la temporada entra en ebullición. Pues bien, en el momento de máximo terror, cuando todos los 'ay ay ay's se consumaban en berridos estilo '¿lo ves?' o '¡joder, lo sabía!', tras la derrota contra el Valencia, a las puertas de los octavos en Europa, con el Atlético ahí en la Liga, y, Dios, los merengues ahí, aquí ya... en ese momento de saturación preciso, el FC Barcelona no solo ha decidido corregir el rumbo: directamente ha despegado.
Entre la resolución y la vuelta al gusto + tesón que asomaron en la vuelta de semifinales de Copa del Rey contra la Real Sociedad, y las dudas que hace meses atenazan al culé cuando contempla la posibilidad de quedar lejos de la otra copa, la COPA grande, merced al crítico cruce de Champions con el Manchester City, contra el Rayo el Barça supo servir el mejor elixir, doblando, triplicando... bueno, eso hasta multiplicarlo por seis, las sensaciones reencontradas en Anoeta. Por primera vez en tiempo, el Barça no nos da ganas de beber para olvidar, sino que trasmite una alegría que celebrar. Brindemos por el mejor partido de la temporada en el Camp Nou, y no miremos al contrario. Cuando el equipo está así, sabemos de sobra que lo que acontece sobre el césped es un monólogo.
El partido contra el Rayo llegaba justo después de que el rival de Champions eliminara con autoridad al Chelsea de Mourinho de la FA Cup en el Etihad Stadium, con Nasri sobre el césped, la duda de si Fernandinho y el Kun Agüero podrían ser también alineados el próximo martes y, ante todo, el peligro de que el partido se viviera por parte de los jugadores con esa sensación de prolegómeno a otra cosa que, irremediablemente, suele conducir a los sustos y al más insoportable aburrimiento para quien mira.
Nada de eso: no había acabado de servirme la coca-cola en el vaso, y Adriano ya recortaba sobre el lateral derecho del Rayo, cruzando un chut con efecto que ponía el marcador en marcha. Y lo que faltaba. Los primeros compases daban muestra de que el equipo había salido a por todas. La presión y la combinación del inicio del encuentro fueron espléndidos. Con todo, uno podía recelar basándose en la idea de que lo que motivaba al Barça era solventar el partido rápido, y ponerse a sestear lo que quedara. Para subrrayar la sensación, el tipo más paciente sobre el campo, Andrés Iniesta, se desmelenaba con una vaselina desde la medular tras un control elevado. Si hubiera entrado, dejaba de escribir en esta misma línea.
La importancia de llamarse Andrés
Iniesta no marcó, pero el salto de calidad que ha dado su juego ha hecho que se reencuentre consigo mismo, y eso significa que el equipo se desliza con él sobre el aire, y que cuando la bola toca la bota suenen sinfonías. Como en sus mejores momentos, Iniesta vuelve a girarse entre tres rivales y zafarse en carrera sin que al parecer le suponga esfuerzo alguno, se ofrece en todas las partes del terreno, se asocia como nadie con un tipo bastante especial que lleva el 10 a la espalda, y contribuye a la presión del primer minuto al último. Gracias a su inspiración, el conjunto entra en un estado armónico mayor. Las ideas y la creatividad han llegado al equipo, y de qué manera.
Pon de beber
Si Iniesta ha vuelto, Cesc parece haberse sacudido por fin su abulia intermitente, y llega al tramo decisivo de la temporada cargado de argumentos para no salir nunca del once: su actitud, visión, capacidad de recuperación, y la generosa regularidad con la que por fin entrega todas esas aportaciones, se merecen, ahora sí, un aplauso unánime. Ponedle algo de beber a este chico, lleva mucho tiempo con los oídos zumbándole.
Oh, sí, casi me descuidaba: el Barça marcó seis goles, cheers to that. Tanto da, podía haber sido catorce. Hubo postes y situaciones de clara ventaja que se desperdiciaron por esos pases atrás crónicos a Messi que, curiosamente, rara vez se veían en ausencia del 10. Aún así, Alexis logró marcar con un chut ajustado al primer palo tras un robo en medio campo y una asistencia cruzada del mejor del mundo, y Pedro firmó la obra maestra de la noche, el 5-0, consecuencia de una jugada estratosférica, con tacón magistral de Iniesta para Cesc y delineación de los tempos y movimientos brillante del de Arenys. Por supuesto, Messi marcó dos goles, el primero de ellos, el 2-0, especialmente bello, por la factura única de esas vaselina que sólo él sabe elevar y hacer caer con una dulzura cruel. Más allá de sus goles, el recital de fintas, remates, desmarques, pases e intenciones del argentino son un valor incaculable para viajar a Manchester, a Madrid o a Plutón. Si Leo está así, y parece que, diez partidos después, empieza a estar 'así', el rival o la plaza se relativizan. Pero si hay algo que destacar no es la goleada del equipo, sino su inspiración, actitud y constancia: ni con dos, ni con tres, ni con cinco goles a favor se dejó de apretar al contrario, o disciplinarse en la arquitectura del juego (ehem, excursiones de Piqué aparte; está claro que el 3 torea al 'Tata' de mala manera). Para colmo de bienes, salió Neymar a trotar sus primeros minutos tras semanas lesionado y, después de parecer desubicado durante un cuarto de hora, cerró el partido con un sensacional gol, el 6-0, que se incrustaba en el lateral de la red de Rubén después de una ágil carrera y un golpeo tremendo desde la frontal. Era la hora de tomarse un cubata. El Camp Nou hizo olas, ¡olas!
Desbordando
A todo esto, Xavi Hernández, el jugador emblema, la mente maestra del equipo, estaba en el banquillo. Con la eliminatoria de Champions a las puertas, ¿quien iba a decir hace unas semanas que a estas alturas las dudas en torno al Barça serían a quien quitar del once, estando tantos tan bien, en vez de '¿quién de todos estos sale ahí y me gana al City, que es una apisonadora'?
A nadie le gusta que le cambien en un partido de babero como el del Rayo, pero estoy seguro de que esta vez a Alexis Sánchez le hubiera encantado. Cuando vio salir a Pedro del campo, tuvo claro lo que se sospecha: que al pentágono de Busquets, Xavi, Iniesta, Cesc y Messi le acompañará únicamente Pedro en el Etihad Stadium. Diría que esa es la fórmula para que se derrame el mejor fútbol.
FC Barcelona 6 – Rayo Vallecano 0
(Adriano 2', Messi 36', Alexis 52', Pedro 56', Messi 68', Neymar 88')
Camp Nou (Barcelona) 15/02/14
Público: 74.517 espectadores
Árbitro: Juan Martínez Munuera
FC Barcelona: Valdés, Alves, Piqué, Puyol (min. 68 Mascherano), Adriano, Busquets, Iniesta, Cesc, Pedro (min. 62 Neymar), Alexis, Messi (min. 74 Tello).
Entrenador: Gerardo “Tata” Martino.
Rayo Vallecano : Rubén, Arbilla (min. 41 Tito), Ze Castro, Mojica, Saúl, Trashorras, Rochina, Baena, Iago Falqué, Bueno (min. 62 Viera), Larrivey (min. 73 Longo).
Entrenador: Paco Jémez.

Albert Fernández
En el desorden de los años, Albert Fernández ha escrito renglones torcidos en publicaciones como Mondo Sonoro, Guía del Ocio o Go Mag, tiempo en el que ha tenido oportunidad de ir de tapas con Frank Black o escuchar a Patrick Wolf bostezar por teléfono. Además, ha sido jefe de redacción de las secciones culturales de H Magazine, y ha aportado imaginación tras los micrófonos de Onda Cero, Cadena Ser y Scanner FM, donde facturó la sitcom musical de creación propia “2 Rooms”. Aunque sabe que no hay lugar mejor que aquel de donde viene, a Albert no le hubiera importado nacer en Gotham City o en el planeta Dagobah. Con tendencia a la hipérbole y a la imaginación desatada, Albert sigue buscando el acorde que dé la vuelta a sus días.
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