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Caballero Luna. De entre los muertosWarren Ellis, Declan ShalveyPanini 7,7 |
¿Eres de personajes o de autores? Si eres cabal, pertenecerás a la segunda categoría, pero entre el fandom superheroico, quien más quien menos tienes sus inercias y tics, y hasta el más despistado se puede encariñar de un elfo azul o un vigilante ciego. Pasa que, si tus desviadas preferencias de freak empedernido te han llevado a alimentar simpatías por el Caballero Luna, ese Señor de la Noche de garrafón, poco más que un negativo en blanco de Batman aderezado con algo de misticismo totémico, épica ancestral y artes marciales sofisticadas, entonces, compi, te ha tocado tragar mucha, mucha basura.
Por no extender la capa plateada más allá de lo realmente interesante, convendremos que la etapa de Doug Moench y Bill Sienkiewicz al frente de las aventuras de Marc Spector es lo único verdaderamente destacable en décadas de series y apariciones discontinuas del personaje. Por concentrarnos en el punto actual, resaltaremos la más reciente aportación de dos creadores brillantes como Brian Michael Bendis y Alex Maleev, quienes, contra todo pronóstico, no supieron dar con el punto adecuado para el personaje, especialmente por la insistencia del guionista en aplicar la raída fórmula de vigilante urbano, y llevar a afilar sus problemas mentales hasta el punto de la personalidad múltiple.
Warren Ellis, que ya gustó de usar al personaje en su breve pero brillante etapa al frente de Vengadores Secretos, ha sabido recoger el testigo de Bendis, y al tiempo darle réplica y carpetazo a su arco, para así establecer su personal marco para el justiciero nocturno. Enfatizando en la ambientación de novela pulp, el guionista inglés deja atrás el sobrenombre de Caballero Luna para convertirlo en el Sr. Luna, en palabras de su aliado en la policía, el Detective Flint, "un ciudadano preocupado", figura mucho más respetable para la pasma que un vigilante peligroso y lunático.
Atrás quedan los aliados, el trabajo de taxista o mercenario, los excesos de multimillonario y las capas. El Sr. Luna viste de traje y corbata; de blanco, porque está suficientemente loco como para gustarle que sus adversarios le vean venir. Luna trabaja solo, con la única ayuda de sus armas, un dron alado y mortífero, y un coche que se pilota solo. Al fin y al cabo, ¿qué le importa el riesgo a quien no puede morir?
La explicación y solución que da Ellis al asunto del síndrome de personalidad múltiple que le diagnosticaron los anteriores guionistas al personaje es tan simple como sensacional; su psicóloga en los Alpes se lo dice claro y meridiano: nadie contrae T.I.D. por fingir ser otra gente durante un tiempo, el mundo estaría lleno de actores sonados de ser así. "No está loco. Su cerebro ha sido colonizado por una consciencia antigua de más allá del espacio-tiempo. Sonría". Ése es el diagnóstico de la sardónica doctora.
En cierto modo esa manera tan radical de zanjar el asunto me recuerda a la forma en que resolvió Peter David aquella soberana tontería de Parche, el alter-ego ridículo de Lobezno que pergeñó Claremont cuando se suponía que La Patrulla-X había muerto tras "La caída de los mutantes". David puso luz a las andanzas de incógnito de Logan por Madripur, a cara descubierta y con el solo atrezzo de un sombrero y un parche, revelando en una escena de clímax cómico inolvidable que, desde luego, todo el mundo le había reconocido desde el primer momento, pero a ver quién era el guapo que le decía a un tipo con factor curativo, esqueleto de adamantium y garras abominables que estaba haciendo el ridículo así disfrazado y pretendiendo ser otra persona. Perdón, se me ha ido.
El caso es que a partir de esa premisa de vínculo ancestral con el dios Konshu, Ellis descorre el velo sobrenatural por el que se mueven las nuevas andanzas de Marc Spector. La mezcla de esa elegancia pulp y los casos paranormales que afronta el vigilante, combinado con pasajes más puramente criminales o de espionaje crepuscular, enlaza perfectamente con el imaginario del dibujante Declan Shalvey, un arista de trazo fino y decidido, cuyas composiciones de página y figuras angulosas fascinan página a página, empezando por unas portadas altamente atractivas.
"Caballero Luna. De entre los muertos" contiene hallazgos narrativos sensacionales, como la primera secuencia del episodio "Francotirador", donde, a partir de unos paneles iniciales que nos muestran los pasos de un grupo variado de personajes, vamos presenciando la muerte a distancia de cada uno de ellos, dando lugar al efecto que provoca que, de manera creciente, cada vez más viñetas van quedando en blanco, al tiempo que el asesino hace desaparecer a uno u otro personaje. Páginas como la del descenso a las alcantarillas del primer capítulo, evidenciando a través del cemento aquello que podríamos encontrar a cada nivel, desde los vagones del metro, a unos sin-techo quemando un gato, resultan gloriosas. El episodio "Sueño" nos procura una buenas estampas de delirio psicodélico, con Spector envuelto en una investigación onírica entre setas, esporas y sueños muertos.
La simplicidad del episodio "Scarlet", con el héroe entrando por la puerta principal a una casa atestada de matones, y enfrentándose abiertamente a todos y cada uno de ellos piso por piso, es tan directo y carente de complejidades accesorias, que epata como un puñetazo del buen Sr. Luna. Y además recuerda a un videojuego ochentero cosa mala.
Puede que la fórmula se agote pronto, pero por el momento, la apuesta directa y sin concesiones de Ellis para el Puño de Konshu nos seduce enormemente. Los fragmentos de relato cortantes, las historias auto-conclusivas con títulos de una sola palabra, y esos finales que zanjan drásticamente cada episodio, dejándolo a menudo casi carente de conclusión o moraleja, sin una escena definitiva de cierre, nos atraen y subyugan; y, como todos aquellos que viajan de noche, queremos seguir tras los pasos del vigilante; perseguir la estela de su rayo de luna.

Albert Fernández
En el desorden de los años, Albert Fernández ha escrito renglones torcidos en publicaciones como Mondo Sonoro, Guía del Ocio o Go Mag, tiempo en el que ha tenido oportunidad de ir de tapas con Frank Black o escuchar a Patrick Wolf bostezar por teléfono. Además, ha sido jefe de redacción de las secciones culturales de H Magazine, y ha aportado imaginación tras los micrófonos de Onda Cero, Cadena Ser y Scanner FM, donde facturó la sitcom musical de creación propia “2 Rooms”. Aunque sabe que no hay lugar mejor que aquel de donde viene, a Albert no le hubiera importado nacer en Gotham City o en el planeta Dagobah. Con tendencia a la hipérbole y a la imaginación desatada, Albert sigue buscando el acorde que dé la vuelta a sus días.
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