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Tremolina

Tremolina

"Tremolina" tema por tema

 

Vidal Romero

Foto Concha Laverán

 

Dice el diccionario de la R.A.E. que una tremolina es una “bulla, confusión de voces y personas que gritan y enredan, o riñen”. A la sevillana Diana P. Morales, cantante y guitarrista de Tremolina, le gusta más la otra definición de la palabra, “movimiento ruidoso del aire”, pero también reconoce que algo de esa bulla hay en el sonido de su nueva banda. Una banda que hace canciones de pop con un formato más o menos tradicional, pero que las construye utilizando recursos poco habituales, que es precisamente lo que trae a la cabeza esa idea de bulla y confusión de voces; una especie de caos organizado que sorprende a primera escucha y seduce a partir de la segunda. Además, según confiesa Morales, “el nombre en realidad es una ocurrencia que tuvo una amiga, Mai López, mientras veíamos un concierto en el Monkey Week. Es el título de una canción de Lola Flores que significa bulla en madrileño castizo”.

 

Vieja conocida de la escena local sevillana, Morales había decidido dejar la música cuando se separó su banda anterior, Salieri. “Estaba quemada, así que aparqué la guitarra y me fui varios meses a Praga”, explica. “Pero cuando volví a Sevilla varios amigos comenzaron a insistirme, me decían que tenía que seguir haciendo canciones. Y la puntilla la puso el que después ha sido nuestro productor, Jordi Gil, que incluso se ofreció a grabar mi nuevo proyecto”. Obligada por las circunstancias, decidió que al menos su nueva banda no sería convencional, que escaparía del típico formato de guitarra-bajo-batería que impera en el mundo del pop y del rock. “Como dice Jordi, los distintos instrumentos son como los colores de una paleta, así que me propuse buscar a gente que me permitiera utilizar colores que no conocía”. Una búsqueda que comenzó en algún momento de 2012, cuando quedó con el batería Valentín García (también en Sweethearts From America) para “montar algunos temas que había ido escribiendo en casa con la guitarra”, y que terminó hace poco más de un año, tras varios cambios y deserciones. En ese momento ya estaban a bordo María Asuero (viola) y Juanca Herrera (trompeta), pero lo que de verdad dio el último empujón a la idea fue la entrada de Guillermo Jorge Manjón. “El chico que tocaba el bajo con nosotros se fue para montar su propia banda y decidimos sustituirlo con Guillermo, que toca sintetizadores. Un cambio muy coherente con esa línea de lo no convencional que comentábamos antes, pero que además sentó de maravilla a algunas de las canciones, las hizo crecer”.

 

Tan particular formación da a las canciones de “Tremolina” (14), el disco de debut de la banda, un delicioso aire de extrañeza, porque instrumentos que habitualmente funcionan como solistas (sobre todo la viola y la trompeta) adoptan aquí un papel de acompañamiento; tejen una tupida telaraña de sonidos, exuberante y colorista, alrededor del oyente. “Creo que las dos primeras canciones del disco definen muy bien nuestras intenciones, la voluntad de utilizar los recursos que tenemos de una manera poco tradicional”, prosigue Morales. Canciones que “llegan de casa con una forma más o menos definida y ciertos arreglos pensados, pero que crecen después en el local de ensayo. A fin de cuentas, es una de las cosas que diferencian a la música respecto a la literatura, que se trata de un trabajo que se enriquece con las colaboraciones”.

 

Sabe bien lo que hace Morales cuando compara música y literatura. Su primera novela, “Zaibatsu” (15), se publicó hace un par de meses, y su habilidad para juntar letras se nota en las canciones de Tremolina, que están repletas de imágenes cuidadas y tienen una estructura narrativa. Le pregunto si acaso se trata de ideas o bocetos que no pasaron el corte para convertirse en cuentos, pero me dice que no, que “suelen comenzar de manera casual, cuando tarareo alguna melodía mientras toco la guitarra. Comienzan siempre por alguna frase suelta, y luego van creciendo más frases a su alrededor, hasta que la historia termina por coger forma”. Historias que “cuentan mucho de mí”, y que además “cuidan mucho la ambientación. Me gusta imaginar el lugar al que pertenece la letra, el escenario en el que sucede la acción”.

 

De esa mezcla entre composición atípica y letras (más o menos) confesionales surgen ocho canciones que avanzan por caminos diferentes. Es algo que hace difícil clasificar a Tremolina dentro de algún estilo concreto, pero que no parece incomodar a Morales. “En realidad, hubo un momento en el que sí me preocupaba”, reconoce, “esa incapacidad para escribir canciones dentro de una misma línea estética. Pero luego me di cuenta de que muchos discos que me gustan son así, variados y muy cambiantes entre una canción y la siguiente. Piensa, por ejemplo, en el ‘Doolittle’ de los Pixies”. Además, la hábil secuencia de las canciones de “Tremolina” transmite una cierta sensación de viaje; una suerte de arco narrativo interno que cose todas las palabras, las melodías y los arreglos, que amplifica el valor de un disco repleto de imágenes y secretos, que sólo se desvelan delante de un oyente atento.

 

Tremolina

 

THIS IS WHO I WANT TO BE

La canción que abre el disco es un ejemplo perfecto de cómo ha cristalizado la combinación de  sonidos de Tremolina, con el protagonismo de instrumentos como la trompeta. Es un tema que puede parecer un poco arisco, pero la luz se va abriendo camino poco a poco y al final lo llena todo. Es un canto a la elección que hacemos cada día de seguir siendo como somos o convertirnos en quien nos gustaría ser.

 

REMEMBER WE ARE STRONG

Esta fue una de las canciones que se creció con la incorporación del sintetizador y una de nuestras favoritas. El tema está sostenido por la viola y la trompeta, un equilibrio que solo se rompe cuando ruge el estribillo. Es una canción de resistencia, de seguir adelante pese a todo. La rabia del final es, en realidad, una invocación del coraje que todos llevamos dentro. "Remember we are strong… We are fighters, my friend".

 

YOUR SKIN IS MY SHELTER

En esta canción no hay más compañía para la voz y la guitarra que un coro de voces masculinas. Va casi al desnudo porque es una canción a corazón abierto, una de las pocas que habla de amor. Aquí es un sentimiento que palpita e inunda cada rincón, un amor que a la vez es brújula, naufragio, canto de sirena, refugio.

 

COLD, SO COLD

Cambiamos de tercio y pasamos al único tema del disco que se adentra en el lado oscuro. Arranca desde que la voz proclama “This must be the place where dreams go to die” (“Este debe ser el lugar donde los sueños vienen a morir”). El sintetizador entra en el estribillo a bocados y las guitarras hirientes del final no parecen dar tregua. Pero este momento bajo de nuestro viaje no dura mucho… pronto saldrá el sol.

 

70 TIMES (CALYPSO)

Llegamos a nuestra canción más pop y divertida y por eso no podía tener otro final más que un coro de niños, con la felicidad a flor de piel. Buscamos un ritmo juguetón y nos dimos cuenta de que era un calipso, un ritmo caribeño. La letra habla, de manera muy naíf, de romper con la rutina y aventurarse a hacer cosas nuevas por primera vez. Eso que hacen los niños cada día… y que luego resulta tan complicado a veces al convertirnos en adultos.

 

THE CITY KNEW

En este tema se nota mucho la mano de Jordi Gil: él sugirió que elimináramos la batería y nos quedáramos con la esencia. Al sumarle el sintetizador, la canción se volvió etérea y frágil, acorde con lo que narra la voz: una anécdota que le sucedió a Diana haciendo turismo en el extranjero. Una de esas situaciones llenas de posibilidades pero que quedan sin resolver y después te preguntas “¿qué habría pasado si…?”.

 

AND THE TRUTH IS THIS

Esta fue la primera canción que tocamos la primera vez que quedamos para formar el grupo, hace más de dos años (en aquel momento, sólo Valentín y Diana). En cierta forma, marcó el camino y dejó claro desde el papel tan relevante de la batería en nuestro sonido. El tema se creció con la incorporación de la trompeta, que fue la que dio pie al emocionante cambio del final, uno de nuestros momentos favoritos del disco.

 

CURSING ALL THE TREES

Si el disco comienza desde una reafirmación que abre un viaje personal, en este tema se cierra el círculo ofreciendo a otros el fruto de la experiencia conseguida. Aquí la viola tiene un protagonismo especial: se trenza con la melodía de voz y después con la trompeta en un armónico pas de deux para crear una de las canciones más delicadas del disco, cerrándolo elegantemente.

 

Vidal Romero

Como todos los antiguos, Vidal Romero empezó en esto haciendo fanzines (de papel) a mediados de los noventa. Desde entonces, su firma se ha podido ver en infinidad de revistas (Go Mag, Rockdelux, Ruta 66, Playground, aB, Era y Clone entre muchas otras) y algún que otro periódico (Diario de Sevilla, Diario de Cádiz). Es también uno de los autores del libro “Más allá del rock” (INAEM, 08) y ha trabajado como programador y productor para ciclos de conciertos y festivales como Arsónica, Territorios o Electrochock (US). Incluso le ha quedado tiempo para ayudar a levantar España ladrillo a ladrillo con lo que es su auténtica profesión: la arquitectura. Es uno de los mejores analistas de música electrónica de este país.

 

vidal@blisstopic.com