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St. Vincent

Songs of the Wood

M. Garea

 

Al principio de “Velvet Goldmine” (1998) Todd Haynes nos hacía viajar atrás en el tiempo hasta Oscar Wilde para encontrar la inspiración de aquel incipiente glam-rock de principios de los setenta. El excéntrico ingenio de Wilde marcó el carácter y la estética de toda una generación de jóvenes músicos que decidieron cubrir el rock’n’roll de purpurina. Del mismo modo, los inicios de Annie Clark, la decisión de su propio nombre artístico y su particular espíritu, se encuentran casi treinta años de su nacimiento en el entonces Hospital Católico de St. Vincent, donde en 1953 murió Dylan Thomas de la misma forma que había vivido: borracho. Aquí, en el lugar donde van a morir los poetas, es donde comienza la compleja identidad poética de Annie Clark, que no parece tener fin.

 

 

Annie Erin Clark nació en Tulsa (Oklahoma) en 1982, que fue un muy buen año para la música. The Cure lanzaba el “Pornography”, The Gun Club aparecía con su psycho-blues-punk “Miami” y el “Avalon”de Roxy Music se convertía en la banda sonora de los depredadores divorciados. The Psychedelic Furs sacaba el “Forever Now” y J.J. Cale el “Grasshopper”, King Crimson homenajeaba a los petardos de la Generación Beat y Supertramp pronunciaba sus famosas últimas palabras. Fue también el año en el que Led Zeppelin terminaba su carrera y lograba no sustituir a John Bonham construyendo el “Coda” a base de temas inéditos, el año del ignorado “Blurred Crusade” de The Church, y el año en que Kate Bush, con la que veinticinco años después sería comparada la propia Annie Clark, presentaba The Dreaming”.

 

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Clark creció en los suburbios de Dallas, y su interés por la música fue muy precoz. Steely Dan y Jethro Tull se convirtieron en sus grupos favoritos a los ocho años, y a los doce aprendió tocar la guitarra al tiempo que escuchaba una y otra vez la colección de LPs de jazz de su abuela: “El jazz me impactó mucho cuando era pequeña. Aquella colección tenía a Coltrane, a Mingus, a Billie Holiday, a Bill Evans, a Gil Evans, a Billy Strayhorn, a Johnny Hartman, a Sarah Vaughn”, dijo años más tarde.

 

Ingresó en la banda de jazz de su instituto, y con quince años salió de gira por Japón, China y Rusia como manager del grupo de su tío, Tuck & Patti. Aquello le dio la oportunidad de aprender a manejarse en el ambiente de gira, y se formó como multiinstrumentista, grabando todas sus composiciones en su ordenador. Asistió al Berklee College of Music, pero terminó dejándolo a los tres años, justo antes de lanzar su primer EP autoeditado, “Ratsliveonnoevilstar” (2003). Para Clark, la formación académica era necesaria, pero sabía que en cierto momento uno debía desentenderse y olvidarlo todo para poder hacer sus propios asuntos. Así que se largó de Boston y volvió a Texas, donde comenzó su carrera como guitarrista de The Poliphonic Spree, un grupo texano de pop psicodélico, colaborando con ellos en “The Fragile Army” (TVT, 2007). También formó parte de la banda de gira de Sufjan Stevens. Todo esto funcionó como un entrenamiento para su carrera en solitario, que emprendió en 2007 asentada en Nueva York y ya bajo su nuevo y definitivo nombre.

 

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El primer LP de St. Vincent, “Marry Me” (Beggars Banquet, 2007), comienza directamente en la portada. Un primer plano de una misteriosa Annie Clark mirando fijamente a la cámara anticipa lo que viene dentro. La mayor parte de las pistas, compuestas a sus dieciocho y diecinueve años, reflejaban, según ella misma, “la visión idealizada que tendría de la vida y del amor alguien que no los hubiese vivido”. El último tema del álbum “What Me Worry” es un homenaje en forma de carta de amor a Billy Strayhorn y a Johnny Hartman, a los que conoció gracias a la caja de discos de su abuela. “Marry Me” fue una mezcla de pop barroco, art e indie pop con una voz dulcísima que le brindó en 2008 tres nominaciones a los PLUG Independent Awards, de las que ganó una, la de Artista Femenina del Año. Las críticas de este álbum fueron muy positivas, y alguien llegó a compararla con David Bowie, algo que no entendemos pero respetamos.

 

Empezó a trabajar en su segundo álbum al volver de la gira en 2008. Por aquel entonces no tenía estudio de grabación, así que tuvo que apañarse con su propio apartamento. Echando mano de su ordenador, compuso todos los temas inspirándose en escenas de cine infantil, especialmente en el de Disney. “Actor” (4AD, 2009) fue un despliegue de elementos barrocos y de contrastes que superó en éxito a su disco debut. Fue en esta época cuando trabajó con Bon Iver en la banda sonora de la adaptación al cine de la saga "Crepúsculo", algo que será una divertida anécdota dentro de treinta años, y cuando empezó a colaborar con David Byrne.

 

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St. Vincent caminaba en aquellos momentos a pasos agigantados entre la crítica. Con sus siguientes trabajos, “Strange Mercy” (4AD, 2011) y “Love This Giant”(4AD, 2012), este último con David Byrne, pone sobre la mesa todo su talento, su versatilidad y el variadísimo abanico de influencias que lleva a la espalda. “Cuando empezamos este proyecto (“Love This Giant”) no se trataba tanto de componer canciones como de hacer música artística. No lo digo de modo peyorativo... Pero durante la grabación de pronto empezamos a volcarnos más en las canciones”.  Y gracias a Dios. Ante todos los pronósticos de que el álbum sería un peñazo avant garde, Clark y Byrne lanzaron un trabajo divertido, elegantemente pop, con trazos funk y una perfecta compenetración entre los dos artistas.

 

Desde que lanzó su primer álbum St. Vincent ha teloneado a grupos como Television, Xiu Xiu, Glizzly Bear, Death Cab for Cutie, The National y Arcade Fire, ha obtenido premios, admiración de su público y reconocimiento de la crítica, y ha logrado definir un sonido propio y reconocible, pero también ecléctico y flexible. Como un círculo que se cierra, su último disco, homónimo, establece la misma relación entre la portada y el contenido que su primer trabajo. El sonido de “St. Vincent” (Loma Vista-Republic, 2014) es menos barroco, más sintético, más rotundo y más pegadizo, y en su portada encontramos a una Annie Clark simétrica y minimalista, sentada en un trono, clavando de nuevo sus ojos en la cámara. Sin embargo, su mirada ya no transmite delicadeza, sino fortaleza, contundencia y una sosegadísima vanidad. Muy bien merecida.

 

 

M. Garea

M. Garea nació en Compostela en 1993, y ahí todo empezó a torcerse. Como cualquier niño sin amigos, creció por su cuenta. Le gustaba el arte, pero por una broma pesada del destino acabó en Periodismo, lo que al menos le dejó tiempo para escribir. Ahora escribe narrativa, colecciona discos, bebe destilados y libera tensiones en un campo de tiro. Procura no salir mucho a la calle. Con suerte algún día se irá a vivir a una cabaña en medio del monte.